La gestión de los residuos sólidos urbanos (RSU) constituye un importante desafío para las autoridades municipales en el ámbito de la protección de la salud pública y del medio ambiente.
Los basurales a cielo abierto (o “quemas”) y los vertederos indiscriminados no son actualmente viables por el impacto ambiental que provocan. La contaminación de la napa freática por los percolados tóxicos, la polución atmosférica por humos y gases, el arrastre del viento de papeles y plásticos livianos, así como la proliferación de insectos y roedores, requieren un tratamiento adecuado de los residuos domiciliarios.
Una gestión exitosa de RSU requiere la máxima eficiencia en cada una de las etapas del proceso: recolección, separación, procesamiento, y disposición final. Ésta última es siempre inevitable. La experiencia local e internacional apunta a resolverlo mediante la ejecución de rellenos sanitarios, donde se disponen selectivamente los residuos en recintos compartimentados, y convenientemente aislados para que se produzca la degradación hasta su total inertización con un mínimo impacto sobre el ambiente.
Como no es común encontrar terrenos con la impermeabilidad necesaria, habitualmente los recintos para rellenos sanitarios se impermeabilizan con geomembranas. Éstas mantienen los residuos aislados a fin de que no se mezclen con el terreno, y especialmente para que los lixiviados -producto de la descomposición de los residuos- no contaminen el suelo y las aguas superficiales (o de napas), evitando convertirlas en un vector de transmisión de enfermedades.
Las geomembranas se suelen proveer en rollos, los que una vez extendidos sobre el terreno, deben unirse para conformar una interface continua que garantice la impermeabilización del suelo. Todas las geomembranas sintéticas se sueldan por calor, si bien las de PVC admiten ser unidas por soldadura química, evitando así el uso de equipamiento eléctrico y personal especializado. Las dimensiones y el peso de los rollos implican muchas veces el empleo de camiones y equipos pesados, y la consiguiente preparación del sustrato para su movimiento.
Coripa provee e instala diferentes tipos de estas láminas impermeables: de PVC, de polietileno -de alta y de baja densidad-, y bentoníticas -o GCL-. Pero en algunos casos, la escala del relleno, la necesidad de impermeabilizaciones progresivas, las eventuales reparaciones sobre su operación, y/o la distancia o el aislamiento de los rellenos, originan costos marginales que hacen onerosa la operación de un instalador, entorpeciendo una gestión adecuada del sitio donde se deben disponer los RSU.
Por Alberto Dal Farra, presidente de Coripa S.A.
Nota Publicada en AreaUrbana47