Claudia Piñeiro es, a día de hoy, una de las escritoras, dramaturgas y guionistas más reconocidas de la Argentina. Sus obras se han traducido a varios idiomas e incluso adaptado a formatos audiovisuales que van desde la pantalla grande hasta largometrajes proyectados por las más importantes productoras de servicio de streaming.
Además de ser una gran artista, es una referente del movimiento feminista en Argentina y, a lo largo del tiempo, ha demostrado su apoyo a múltiples causas sociales. Con una trayectoria crucial en la literatura argentina y múltiples reconocimientos obtenidos, Piñeiro afirmó en diálogo con este medio que podría ejercer su profesión sin ninguna diferencia incluso si en la actualidad siguiera viviendo en Burzaco, su localidad natal: “ser escritor te da una posibilidad ‘nómade’, de escribir desde distintos lugares”, afirmó.
¿Dónde naciste y qué recuerdos especiales tenés de tus años viviendo ahí?
En realidad nací en Lomas, porque era la clínica donde iban muchas personas en el momento en que mi mamá tuvo a sus hijos. Era la clínica Texido en Lomas, pero al rato ya estaba en Burzaco y es como si hubieran nacido ahí. Sobre mis recuerdos: sería extensísimo, porque tengo millones de buenos recuerdos, ya que pasé allí toda mi infancia y toda mi adolescencia, hasta los 26 años. Así que serían horas y horas de buenos recuerdos.
¿Tu interés por la escritura nació durante esa etapa de tu vida?
Sí, siempre escribí. Desde que aprendí a escribir, lo hice por gusto. Ya escribía cuando estaba en mi casa materna, y algo pasó con esto, porque a mi mamá la habían llamado mis maestras del colegio para decirle que guardara lo que yo escribía. Mi mamá había guardado esos escritos en un lavadero que posteriormente se inundó, así que ya no los tengo, pero sé que hubo una intención de separar esos escritos porque ellas habían encontrado algo especial ahí.
Después, en la secundaria tuve una profesora de literatura, Julia Amengual, que fue para mí fundante también en el gusto de la lectura y la escritura. Todavía recuerdo muchos de los textos y libros que nos dio para leer.
Cuando viniste a Buenos Aires, ¿ejerciste otra profesión?
Cuando me mudé a Buenos Aires ya estaba recibida de lo que estudié en la universidad, que es Ciencias Económicas, y estaba trabajando en un gran estudio de auditoría. O sea, cuando vine a vivir a Buenos Aires yo trabajaba como contadora, pero también hacía talleres literarios, es decir que nunca dejé de escribir, tampoco durante ese período.
¿Seguís conectada con tu lugar de nacimiento?
Sí, sigo conectada absolutamente. La familia que me queda vive ahí, mis tíos y mis primos viven en Burzaco, así que tengo ese lazo activo con ellos. Además, mis amigos de toda la vida son de allá. Muchos de ellos se fueron a vivir a Adrogué, que es el pueblo que está pegado a Burzaco, otros se quedaron ahí, y nos vemos habitualmente para los cumpleaños o para las fiestas. Una vez cada tanto alguien hace un asado y nos vemos, y la mayoría de esas reuniones son en sus casas.
¿Te inspiraste en algún recuerdo o lugar de Burzaco para alguna de tus obras?
Muchos de mis libros transcurren en Burzaco y en zonas cercanas. Por ejemplo, “Elena sabe” es un viaje que hace Elena desde Burzaco hacia Capital, pero está muy descrito todo el camino de ella hacia la estación.
“Muchos de mis libros transcurren en Burzaco y en zonas cercanas”
Es una mujer que tiene Parkinson, entonces le lleva su tiempo ir hasta la estación. Todo eso está muy descrito: la iglesia de Burzaco, la plaza de Burzaco, el camino desde la supuesta casa desde Elena -la cual yo me la imaginaba donde estaba mi casa en Alsina y Lupo, casi llegando a Pavón sobre Alsina-. Después, en “Una suerte pequeña”, parte sucede en Temperley o Banfield; “Catedrales” sucede en Adrogué; “Un comunista en calzoncillos” transcurre en Burzaco y es una evocación mucho más autobiográfica, entonces está muy descrita la plaza principal, el monumento a la bandera, porque parte de la novela transcurre el día que se desfila alrededor de la Plaza Manuel Belgrano de Burzaco. Se describe muy bien esa plaza, con los cóndores que están en el monumento a la bandera argentina en Burzaco. Además están descritas otras cosas del pueblo, como mi club, el Club Social, así como otros lugares de Burzaco.
¿Cuáles son las diferencias que hay para ejercer tu profesión en una localidad pequeña como Burzaco y en “la gran ciudad”?
No hay ninguna diferencia, yo podría estar viviendo en Burzaco y ser escritora al igual que ahora, que vivo en Palermo, y antes, que vivía en Del Viso. Generalmente, ser escritor te da una posibilidad “nómade” de escribir en distintos lugares. Sí es cierto que la mayoría de las editoriales están en Buenos Aires y, a veces, en algunos lugares del interior de la Argentina está la queja de que si no vivís en Buenos Aires te cuesta más ir a conferencias o ferias del libro, pero cada vez hay más en otras partes.
“Yo podría estar viviendo en Burzaco y ser escritora al igual que ahora, que vivo en Palermo“
Sí es cierto que hay algo de Buenos Aires que hace que muchas cosas de la literatura pasen acá, pero aunque viviera en Burzaco, lo resolvería. Una se toma el tren, se toma una combi o colectivo y llega a esos eventos del mismo modo, o sea que no creo que cambiara nada. Yo me mudé por otras cuestiones, porque me casé y el padre de mis hijos era arquitecto y quería hacer una casa; teníamos la posibilidad de comprar un terreno en Del Viso y él tenía amigos por allá y bueno… nos cambiamos a otro lugar del conurbano. Pero podría haber hecho exactamente lo mismo que hice en Del Viso en Burzaco y lo que estoy haciendo ahora en Palermo también lo podría estar haciendo en Burzaco.
Para quienes no conocen Burzaco, ¿qué sitios recomendás visitar?
Bueno, yo creo que el ombú de la plaza de Burzaco es un lugar hermoso para ir. Espero que siga estando, porque hace rato que no paso.
Uno de los lugares a donde a mí me gustaba ir era el terraplén, que por supuesto, ya cambió mucho. ¿Qué era el terraplén? Era una masa de tierra que se levantó para después hacer una una comunicación, una calle que iba de una rotonda a otra atravesando todo el pueblo. Cuando éramos chicos, subíamos a ese terraplén y mirábamos desde arriba la ciudad, no hay muchos lugares para mirar así la ciudad, por lo que nos gustaba subir a esa montaña de tierra, la cual estuvo por mucho tiempo hasta que se hizo la avenida. De un lado está la ciudad y del otro está el club japonés, que es también un lindo lugar.
Además, por esa zona, yendo hacia la otra rotonda de mi casa a la que nosotros llamábamos “la del Hotel Los Pinos” porque había un hotel -que no sé si sigue estando-, y hacia la otra, que es la rotonda El Vapor, está la quinta de Roca, que también es un lugar muy lindo para visitar y hacer picnic en Burzaco. Espero que ese lugar siga como yo lo conocí, porque hace un tiempo lo querían lotear para hacer algunas otras cosas con el avance de estos desarrollos inmobiliarios, que van perjudicando muchas veces los lugares y los recuerdos.
Por: Florencia Argañaraz