¿Destruir para construir en las ciudades modernas?

Es cierto que para construir algo en un lugar en que hay otra cosa, hay que demolerlo, es decir, destruirlo. Es cierto que las cosas, las construcciones, tienen un desgaste, una reacción ante el paso del tiempo que las hace vulnerables, viejas, disfuncionales tanto a los fines de vivienda como para su valoración estético-arquitectónica. Uno mira algunas viejas edificaciones y dice “no da para más,

¿Cuándo harán un edificio moderno?”

Pero hay casos en que estas construcciones gozan de una calidad artística y belleza arquitectónica única, que hacen que sean piezas identificatorias de un barrio, de una ciudad, de un estilo, de una época, en fin, le dan la personalidad a una urbe. Así vemos cómo en muchas ciudades europeas la preservación de edificaciones declaradas y preservadas como patrimonio municipal o estatal es llevada al máximo de su aplicación.

En Argentina, ¿Cómo estamos respecto de la Preservación Arquitectónica de las últimas construcciones que se resisten a la destrucción? Analicemos una ciudad que hace tiempo se balancea sobre una puja entre la pretensión inversionista inmobiliaria que no tiene miramientos en voltear lo que haya que voltear para levantar torres lo más cercanas al mar posible. Estamos hablando de Mar del Plata.

La cultura popular no estaba desarrollada para apreciar su rambla con proyección histórica y preservarla en aquel momento. Por eso, hoy Mar del Plata tiene la rambla actual. En vez de una obra artística y bella, tiene una mole que bloquea toda vista a los caminantes.

Pero vayamos a la actualidad a efectos de salvar lo que queda en pie. Mar del Plata tuvo y todavía algo le queda de su identidad y personalidad arquitectónica gracias a los chalets que tanto la caracterizan. Recordemos que por los años de su fundación eran grandes mansiones. En muchos barrios parques interiores, todas las construcciones se caracterizan por ese estilo.

Pero hoy la batalla se libra en plena costa marplatense, específicamente en un sector de aproximadamente 30 cuadras costeras de la postal de la ciudad. ¿Cómo va esta batalla? Muy favorable a la máquina de destruir el Patrimonio arquitectónico de la ciudad. Y si no lo creen, cuenten los pocos chalets -cuya calidad y belleza arquitectónica hizo que sean declarados objetos de preservación-, quedan aún en pie. Y les digo que son una “especie” en franca extinción.

Tan es así de crítica la situación, que no se cuentan más de 30 en la franja costera indicada. Y por año van cayendo varios. A este paso, en diez años más, no quedará ninguno: esa es la proyección que hacen los especialistas. Como consecuencia, el rostro, la imagen, la personalidad costera de Mar del Plata que conocemos, que se desdibuja día a día, ya no será nunca más.

El semblante de la ciudad será otro, una postal de torres o edificios que la harán parecerse cada vez más a la capital. Y ni hablar de la afectación que las torres causan al erigirse en la primera línea frente al mar obstaculizando la llegada del sol a las pocas horas de la tarde. El dilema es simple: defender valores aceptados por una comunidad o no importarte nada.

Nota publicada en AreaUrbana 31

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José Abel Autor

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