La publicación de la entrevista a Gustavo Patiño podría poner en riesgo el título de la sección, si hubiera que ponerse rigurosos y estrictos. Sucede que el músico nació en un lugar pero vivió la mayor parte de su vida en otro, y es de éste último que elige hablar, porque su corazón y su espíritu así se lo indican. Su documento de identidad afirma que es de Lima, provincia de Buenos Aires, y su historia fue escrita fundamentalmente en Tilcara, Jujuy, adonde volvió en 2007 luego de vivir durante cinco años en Andalucía, España. El artista, que se destaca como multi-instrumentista, compositor y luthier, ha sabido combinar ritmos folclóricos con diferentes géneros musicales.
¿Cómo llegaste de Lima a Tilcara?
La primera vez que fui tenía seis años, parte de la escuela la hice allí. Yo tenía familia en Tilcara, iba muy seguido, había gente conocida y amigos, hasta que decidimos quedarnos. Tomé la decisión de hacer toda mi vida en el pueblo.
¿Cómo fue tu vida en Tilcara ya de adulto?
Ejercí como profesor de música, sin tener título. No tengo estudios formales, soy autodidacta. Aprendí sin estructuras y eso me dio la posibilidad de enseñar del mismo modo, sin la necesidad de seguir a rajatabla lo que plantea el currículo oficial, sino escuchando a los chicos para ver qué era lo que a ellos más les interesaba: los instrumentos, los sonidos, el canto. Más allá de algunas reglas propias de la estructura, pudimos articular un modo de trabajo que se salía del formato tradicional. Creo que a veces la escuela ahoga a los chicos con sus métodos, en lugar de darles oxígeno y conectarlos con lo cotidiano, con el día a día y con las particularidades del entorno, de lo autóctono. Veo que se incorporan conocimientos universales o saberes foráneos, pero muchas veces no se conoce lo propio, lo que tiene que ver con el lugar en el que vivimos.
¿Tuviste música en la escuela, cuando ya vivías en Jujuy?
Muy poco. Y cuando he tenido, era en el marco del modelo tradicional, con una profesora que tocaba el piano y nos enseñaba el pentagrama. Soy de los que cree que es importante estimular a los alumnos y que se pueda comenzar desde lo práctico para luego incorporar la enseñanza teórica. Creo que es bueno que sea así en las distintas disciplinas del arte.
¿Cómo y cuándo empezó tu interés por la música?
La música está conmigo desde que nací, no puedo encontrar hitos o puntos de referencia para saber cuándo la música empezó a cautivarme. Muchas personas tienen muy marcada su historia alrededor de determinados sucesos, ya sea por el momento en que empezaron a estudiar o porque tocaron en determinado lugar. Para mí eso no tiene tiempo. Sin embargo, reconozco que hay referencias familiares y de la comunidad. En Tilcara y en muchos pueblos, la música está integrada a lo cotidiano, pertenece a la comunidad, es tocada y cantada por mucha gente, un porcentaje muy alto de la población, no es algo que se ejerza de modo formal o profesional únicamente, sino que es un exponente de cultura viva, no un simple recuerdo del pasado. La renovación es constante, siempre se crea y eso es signo de una cultura dinámica.
¿Cómo fue la decisión del regreso desde Europa?
¡Es que yo no me fui! (risas). Desde 1996, he sido contratado por distintas universidades e instituciones de España y siempre me quedaba uno, dos o tres meses. En 2002, viajé por cuatro meses y llevé a la familia. Pasaba el tiempo e iban surgiendo nuevas ofertas y oportunidades, y así nos íbamos quedando. Pero nunca existió el proyecto de vivir allá ni de vivir en un lugar que no fuera Tilcara, sino que se fue dando, fue una circunstancia de la vida.
¿Cómo encontraste al pueblo después de haber estado cinco años en el exterior?
No viví sorpresas, con los medios con los que contamos hoy estaba al tanto de todo lo que pasaba, calle por calle, cuadra por cuadra, enterándome permanentemente quién había nacido, quién no estaba más. También fui descubriendo el crecimiento de la actividad turística.
¿De qué modo viven en Tilcara ese despegue del turismo?
El turismo sigue siendo irregular, creo que faltan más políticas municipales, provinciales y nacionales para mejorarlo. Hay mucho turismo, pero también mucha gente ha venido a vivir a Tilcara en los últimos años. Muchos no se integran a la comunidad, y no porque no se los reciba bien, sino porque no hay una identificación plena, sino que, en varios casos, se da un interés en torno a una especulación lucrativa y a la posibilidad de desarrollar algún negocio. Está claro que el día que Tilcara ya no sea rentable, instalarán ese u otro emprendimiento en otro lugar. Gran parte de la población es ajena a todo este movimiento. Pienso que los municipios deben trabajar por su propia comunidad y no favorecer a emprendedores en desmedro de la población local.
La actividad turística es bienvenida, sirve y es positiva para una comunidad, pero debe repensarse. La región siempre recibió a muchos visitantes, aunque el fenómeno no se daba de manera tan invasiva.
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