El término deportare, antecedente etimológico de deporte aparece por primera vez en la Edad Media, en Europa, y se refiere a actividades relacionadas con la diversión y la recreación. Esta vinculación entre deporte y actividades lúdicas se ha mantenido a lo largo de la historia.
En lo que tiene que ver con la relación entre deporte y turismo, es necesario hablar, por un lado, de eventos deportivos como atractivos turísticos; y, por otro, de instalaciones turísticas con servicios que incluyen actividades físicas o deportivas.
En cuanto al primer concepto, si bien los grandes eventos han sido siempre, movilizadores de visitantes y promotores de la industria turística, en la actualidad esta tendencia ha aumentado de manera exponencial. Ya no son solamente los grandes eventos. Es tan alto el impacto del deporte como factor de identificación y de atracción, que competencias en las que antes no se priorizaba la asistencia de público externo, hoy generan importantes ingresos por este motivo.
Equipamiento deportivo en locaciones turísticas
Para focalizarse en este tópico, es preciso pensar en los factores que contribuyen al alto crecimiento y diversidad de las instalaciones deportivas en la industria del turismo. Éstos son: la mejora del confort, la práctica deportiva habitual de los visitantes, el uso de nuevos materiales y sistemas constructivos; y la creciente realización de actividades deportivas como prácticas de diversión o recreación.
En relación al concepto de confort, cabe señalar que a los tradicionales natatorios de los hoteles se le suman otros servicios: gimnasios, campos de juego, salones para practicar distintas actividades físicas, circuitos “aeróbicos”, etc. A su vez, la prestación es cada vez más compleja y más amplia y no son exclusivas de los grandes complejos.
Lo mismo que sucede en los lugares de alojamiento, ocurre en balnearios, clubes de campo e inclusive en centros gastronómicos.
En muchos casos, la búsqueda por ofrecer este tipo de servicios se contradice con las posibilidades reales de uso. Por esto, encontramos espacios vacíos o con poca actividad, pero que mejoran la comunicación a la hora de vender el complejo o la entidad.
En lo que respecta a la práctica deportiva de los huéspedes, está claro que se ha modificado el perfil del público que usualmente se alojaba o asistía a un lugar turístico solamente para descansar, conocer nuevos destinos o romper con su rutina laboral.
Hoy se pretende que aquellos que tomaron como hábito el desarrollo de actividades físicas o deportivas no deban interrumpirlas mientras “hacen turismo”.
Estas instalaciones deportivas están presentes en hoteles, recreos, balnearios, cruceros, etc.
Las nuevas tecnologías y los materiales aplicados no resultan inaccesibles. Una cancha de césped sintético o un equipo para calentamiento de agua de un natatorio ya no implican excesivos costos.
Lo mismo sucede con otro tipo de instalaciones, que teniendo su origen en la industria del deporte, encuentran una buena posibilidad de extender su mercado a otros sectores.
En el límite opuesto de la prestación del servicio relacionado con el deporte para aumentar el número de visitantes, nos encontramos con lo que podríamos llamar “turismo deportivo”.
A la práctica de deportes tradicionales como el montañismo, esquí, o surf, se suman maratones, ciclismo, tracking, running, etc. que generan por sí mismos movimientos de gente de diferente envergadura.
Como vemos a través de diferentes enfoques, cada vez es mayor la sinergia que se genera entre el deporte y el turismo. En muchos casos, requiere la construcción de instalaciones específicas y en otros la adaptación de espacios destinados a fines diversos. Cuanto mayor sea la relación de una sociedad con la actividad física, más difícil va a ser separarla de los momentos de mayor esparcimiento y recreación.
Por Arq. Daniel José Fernández
Nota Publicada en AreaUrbana41