“Necesitamos un Estado transformador”

Tras una vasta trayectoria en la gestión pública, el ingeniero Enrique Martínez centra desde hace cinco años sus energías en una asociación que genera proyectos productivos desde la base social. Mordaz, advierte sobre un panorama adverso a cooperativas y a pymes en el marco del “ajuste permanente”.

El ingeniero Enrique Martínez se distingue desde hace décadas en la escena pública como un analista agudo de la realidad argentina. Pero no solo como observador crítico, sino también como impulsor de políticas públicas que han favorecido desarrollos productivos de cooperativas y de pymes. La extensa trayectoria de Martínez en la gestión pública arrancó a mediados de la década de 1970 como decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y tiene como último antecedente su gestión como presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) entre 2002 y 2011. En el medio, fue secretario de pequeña y mediana empresa (Pyme) de Raúl Alfonsín y de la Alianza y diputado nacional ligado al Frepaso. De regreso al “llano”, co-fundó hace cinco años el Instituto para la Producción Popular (IPP) y se ha desempeñado desde entonces como coordinador de esa asociación que promueve iniciativas productivas entre sectores vulnerables de la provincia de Buenos Aires.

Consultado por AreaUrbana, Martínez evaluó el presente de las cooperativas en el país, cuestionó la política económica del gobierno Mauricio Macri y profundizó sobre algunas propuestas desarrolladas en su último libro, Ocupémonos: Del Estado de Bienestar al Estado Transformador.

¿Cómo ha evolucionado el cooperativismo en el país desde la crisis de 2001 hasta el presente?

–El cooperativismo tiene serias dificultades para desarrollarse en la Argentina. Es una idea que fluye con naturalidad en varios ámbitos sociales pero institucionalmente no es del agrado ni de los grandes poderes económicos, ni de los sindicatos, que ven a las cooperativas obreras como algo que distorsiona el rol de los sindicatos, ni de los partidos políticos. Se ha llegado al punto de que el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), organismo por antonomasia de promoción de la economía social, trate con mucho cuidado la aprobación de nuevas cooperativas porque se ha instalado en la cultura general que las cooperativas de trabajo funcionan para tercerizar y evadir impuestos. Por ende, el cooperativismo argentino se desarrolla a través de conflictos con una serie de modalidades económicas que lo resisten. Salvo las cooperativas de electricidad y de otros servicios públicos diseminadas por la Argentina, el resto no ha hecho pie de manera relevante en ninguna actividad. Hasta las grandes cooperativas agrícolas se han convertido prácticamente en sociedades anónimas. Organizaciones como Sancor y FACA podrían ser encasilladas como cooperativas pero no tienen un espíritu cooperativo.

¿Han surgido en los últimos años experiencias innovadoras de cooperativismo?

–Las cooperativas surgen permanentemente pero, en general, desde espacios sociales que tienen poca tradición de trabajo. Salvo muy raras excepciones, las sociedades anónimas no se convierten en cooperativas. Actualmente, es un movimiento que crece desde abajo con expectativas de ocuparse de algunas producciones esenciales, como alimentos e infraestructura en localidades aisladas. Las cooperativas surgidas de empresas quebradas podrían ser un ejemplo positivo pero no han tenido grandes desarrollos como consecuencia de un Estado que no les ha dado protección ni apoyo.

¿Hay municipios que se destaquen por su impulso al cooperativismo?

–Sí, hay experiencias de promoción local de cooperativas, algunas de ellas exitosas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires en sociedad con el municipio. Hay un pueblo entero de la provincia de Córdoba, llamado Devoto, que funciona como una cooperativa de numerosas actividades. Son experiencias interesantes y valorables, pero no logran visibilidad ni aceptación política para que puedan diseminarse a una escala mayor. Mucha gente tiene la convicción de que, al perder al empleador, al capitalista, se necesita la aparición de otro empleador. Es cierto que la posibilidad de agruparse en cooperativas y de pelear para lograr autonomía y recursos es muy complicada: quienes lo han intentado se han enfrentado a vallas importantes.

Nota publicada en AreaUrbana 69

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José Abel Autor

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