Por qué se inundan las ciudades

En gran parte del planeta se está dando una combinación letal: las consecuencias del cambio climático que traen aparejadas lluvias intensas y más prolongadas, la urbanización desmedida con pocos espacios verdes y sistemas de drenaje no preparados. Esto da como resultado la provocación de inundaciones en las principales ciudades. Qué hacen los municipios para prevenir o reducir el daño de las inundaciones en el país. Casos, posibles soluciones y el efecto “obra pública cero”.

En los últimos meses de 2023 y los primeros de 2024, varias ciudades del país sufrieron una seguidilla de fenómenos naturales que antes eran poco frecuentes y ahora se suelen dar con una mayor periodicidad: vientos huracanados, caída de granizo y lluvias torrenciales durante varias horas seguidas, que en muchos casos terminaron produciendo graves inundaciones. Entre otras localidades, Gualeguay (Entre Ríos), Corrientes, Tafí del Valle (Tucumán) y La Plata fueron algunas de las ciudades más afectadas por este temporal.

Las inundaciones en Argentina son un grave problema que se repite desde al menos 1899, cuando General Roca y Viedma, entre otras localidades de Río Negro, se vieron afectadas por una de las peores inundaciones de las que se tenga registro.

Y los graves episodios se fueron repitiendo en distintas ciudades del país, que van desde centros urbanos de la provincia de Buenos Aires como la de Quequén-Necochea en 1980, las de 1985 que dejaron a toda una localidad como Villa Epecuén bajo el agua por 20 años o la gravísima de La Plata en 2013, pasando por Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Formosa, Santa Fe, Santiago del Estero, San Juan, Córdoba y Salta, entre otras. 

No se trata solo de los inconvenientes que esto trae a la gente que debe dejar sus hogares momentáneamente y lo que el Estado debe hacer para que puedan regresar, sino que también implica importantes problemas económicos. De acuerdo al informe Impactos de las crisis climáticas en la pobreza y la macroeconomía en la Argentina del Banco Mundial de 2021, Argentina pierde en promedio unos 1000 millones de dólares anuales de activos debido a las inundaciones. Eso trae como consecuencia que cada año un 0,14% de la población caiga en la pobreza, número que se eleva a 1,5% en algunas provincias con menor PBI. En concreto, desde 1980 Argentina tuvo pérdidas por unos 22.500 millones de dólares por inundaciones, que además representan entre un 1% y un 18% de pérdidas en los beneficios por transferencias sociales. 

FUTURO DE LAS INUNDACIONES

Lamentablemente, el panorama no parece ser muy alentador. Para 2050, los  modelos de cambio climático y escenario de emisiones elaborado por el grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para Argentina muestran que la mayoría de los cultivos sufrirán pérdidas de rendimiento anuales que podrían llegar a 10% en el caso del girasol, 30% en el maíz y el trigo y hasta 50% en el caso de la soja. Para un país que sigue siendo mayormente agrícola-ganadero, se trata de un golpe muy fuerte. 

Muchos municipios y gobiernos de grandes centros urbanos comenzaron a diseñar acciones de todo tipo para enfrentar el problema. Algunos solicitaron préstamos a entidades financieras internacionales, como por ejemplo la provincia de Salta, cuyas máximas autoridades gubernamentales se reunieron en 2022 con funcionarios del Banco Mundial para llegar a un acuerdo para implementar un plan de mitigación de inundaciones en la ciudad. Pero la mayoría de los gobiernos lo hicieron a través de la obra pública llevada adelante por el Estado Nacional… O al menos lo hacían hasta diciembre de 2023.  

La decisión de paralizar la obra pública por parte del actual Gobierno Nacional detuvo muchos de los trabajos que se estaban llevando a cabo, si bien se espera que aparezcan actores del sector privado que quieran continuarlas. Al respecto hay algunas objeciones: para el ingeniero hidráulico y civil Claudio Velazco, analista en el problema de las inundaciones, sostiene que “sacar la obra pública puede ser algo positivo para que el sector privado se encargue, por ejemplo, de la construcción de caminos o donde hay una rentabilidad asegurada. Pero lamentablemente eso no ocurre a la hora de llevar a cabo obras hidráulicas, con la excepción quizá de puertos, por lo que el panorama no es favorable”. 

Por su parte, Cristian Green, Director de Defensa Civil de Lomas de Zamora, indica que “las obras mitigan los efectos adversos climáticos, entran en lo que se denomina Gestión de Riesgo lo cual no es un gasto, sino una inversión. Todavía quedan obras por realizar, como el tratamiento de afluentes, y de haber una negativa por parte del Gobierno Nacional de continuar con la obra pública, sumado a un recorte en la coparticipación a las provincias, el panorama es sumamente grave”. 

¿POR QUÉ SE INUNDAN LAS CIUDADES?

Existen múltiples causas para dar una respuesta a esta pregunta, porque es un fenómeno que se viene repitiendo en forma cada vez más frecuente en todo el globo. El cambio climático es señalado por la mayoría de los expertos como el principal causante de las cada vez más violentas tormentas. Un informe de las Naciones Unidas de 2020 ya alertaba sobre el hecho de que las lluvias extremas y su correlación con las inundaciones a nivel mundial habían aumentado en un 50% durante la última década, y su frecuencia es 4 veces mayor que en 1980.  

Es más que evidente que el cambio climático está directamente relacionado con las inundaciones. Así al menos lo entiende Cristian Green, quien explica que “siempre en las distintas ciudades del mundo se han producido inundaciones por el factor climático; está claro que las obras atenúan la pérdida material que sufren las personas”. 

Velazco, que ya venía alertando sobre el cambio climático, la falta de planificación en materia de urbanización y el asentamiento marginal desordenado cercano a las vías de agua en la capital de la provincia, explica que “por el cambio climático, ahora es algo normal que se produzcan grandes frentes de tormentas de alta intensidad, con mayor duración y que dejan caer entre 200 y 300 mm en pocas horas. Si no se revierte esa situación, va a ser muy difícil hacerle frente en las ciudades de cualquier lugar del mundo, porque no hay una preparación suficiente para que tal cantidad de agua escurra rápido”. 

Asimismo, el crecimiento de las ciudades a lo largo de los años trae aparejado cambios en muchos aspectos de su fisonomía que, muchas veces, no suele prever lo que ocurre debajo de ellas. El boom inmobiliario ante la necesidad de proveer viviendas para cada vez más gente provoca la alteración del espacio natural y termina provocando la impermeabilidad de los suelos, porque el agua no encuentra por donde escurrir. 

La falta de obras pluviales también es señalada como una de las principales causas, al igual que los asentamientos, generalmente de viviendas precarias, en zonas inundables. 

LAS INUNDACIONES EN LOS MUNICIPIOS

Una gran tormenta se desencadenó sobre la zona del Río de la Plata la noche del 2 de abril de 2013, y continuó durante las primeras horas del día siguiente. Afectó gravemente toda la zona del AMBA pero se encarnizó con la ciudad de La Plata, donde hizo estragos. Llovió violentamente en forma ininterrumpida durante más de 3 horas y se acumularon unos 400 mm de agua. La ciudad se inundó por completo, y dejó un terrible saldo de, al menos, 89 muertos. 

Además del luctuoso saldo y las tremendas consecuencias económicas, la catástrofe dejó algunas enseñanzas: “después de la inundación de La Plata, se tomó conciencia de que los COE (Comité Operativo de Emergencias) y los recursos con los que éstos contaban eran insuficientes para dar una respuesta positiva. A partir de ello, se comenzó a invertir en Gestión de Riesgo y se tomó la decisión política de direccionar obras para hacer frente a las consecuencias que ocasionan las contingencias climáticas”, manifiesta Green.

“En Lomas de Zamora, antes de que se llevaran a cabo las obras del Arroyo Unamuno y Arroyo del Rey, la cantidad de milímetros que podían contener estos afluentes era mucho menor al actual, como consecuencia el desborde de los mismos era netamente superior a lo que ocurre hoy en día, por lo cual las pérdidas materiales eran mayores. Tanto los entubamientos como las estaciones de bombeo contribuyeron a mitigar los efectos naturales” explica Cristian Green.

Desde 2021, en Vicente López se están realizando obras de saneamiento hidráulico para evitar inundaciones. Se empezaron a construir ollas de captación en el pavimento en correspondencia con los sumideros existentes que presentaban dimensiones adecuadas al tiempo que se reemplazaron los otros, así como caños con nexos y se construyeron sumideros con rejas. La finalidad de estas obras es captar el agua de lluvia antes de que llegue a zonas inundables. Para mitigar las habituales inundaciones que se producían en la zona, se construyó un reservorio natural en Tecnópolis. 

En el barrio cerrado La Clementina de San Isidro se construyó un reservorio con capacidad para unos 6 millones de litros de agua, que previene inundaciones que pudiese provocar el desborde del arroyo Pavón. Está dividido en dos sectores, con un sistema de vasos comunicantes que reciben las aguas del arroyo.  

Pero las inundaciones vienen ocurriendo también en otras ciudades. El domingo 3 de marzo de 2024, el oscuro cielo se abrió de repente y como si hubiera estado acumulando líquido por mucho tiempo, dejó caer una cantidad de agua nunca vista en la ciudad de Corrientes. En solo una hora y media cayeron más de 250 mm, y luego durante el día siguió el fenómeno climático acumulando así unos 300 mm en total. 

“El fenómeno del Niño está activo, por lo que se producen estas lluvias. Cayó tal cantidad de agua en poco tiempo ahogó el sistema pluvial, porque no existe sistema que soporte esa cantidad de agua en 2 horas”, le explica a AreaUrbana José Pedro Ruiz, subsecretario de Gestión Integral de Riesgos y Catástrofes de la Municipalidad de Corrientes, quien luego aclara que tal cantidad de agua caída en poco tiempo fue un “fenómeno extraordinario”. 

Al ser consultado si se podrían haber hecho obras para modernizar las cloacas, que en algunos casos tienen más de 90 años, el funcionario sostuvo que “no es por falta de obras. Las obras pluviales se realizan con un índice de recurrencia de 5 o 10 años. El plan hídrico consiste en el estudio del sistema pluvial existente, hacer limpieza de los pluviales principales, mejoramiento de las acometidas y los sumideros. También hacemos limpieza periódica de canales a cielo abierto y en calles de tierra, zanjeos en redes secundarias y terciarias”. 

En relación con una de las críticas que el mismo funcionario había hecho a varios medios locales sobre la toma de conciencia de la población, Ruiz sostiene que “tener la ciudad limpia permite un escurrimiento sostenido sin interferencias y con buena velocidad y en menor tiempo. La basura en bolsas plásticas, botellas y vasos obstruyen los sumideros y retardan el escurrimiento”. 

Las sierras cordobesas son sinónimo de paz y tranquilidad, de comunión con la naturaleza y de lugar elegido para disfrutar lo que se suele denominar como “clima seco”, por su bajo nivel de humedad. Pero en esta zona las tormentas también son cada vez más frecuentes y severas, con caída de granizo de gran tamaño y con lluvias violentas que suelen desbordar los ríos serranos y traer aparejadas inundaciones. 

Consultado al respecto, el intendente de la localidad de Nono, Juan Pablo Molina, le dijo a AreaUrbana que “dada la topografía de la zona con mucha pendiente en Nono y otras localidades cercanas, cuando hay episodios de lluvias abundantes el agua va directamente hacia los ríos. Esto provoca crecientes repentinas de los ríos serranos, que desbordan su cauce natural y pueden avanzar hasta unos 400 metros hacia los costados. Es por eso que tenemos desde el año 2003 una ordenanza que impide la construcción de viviendas en zonas inundables, que están bien demarcadas”. 

Los ríos atraviesan varias localidades, y es por eso que el trabajo mancomunado es esencial para la prevención: “ tenemos un sistema de alerta temprana que nos permite saber cómo está el caudal de los ríos en todo su trayecto, de manera que podamos decidir si es necesario evacuar”.

Respecto a las obras que se llevan a cabo para paliar los efectos de esos desbordes, Molina indicó que “tenemos previsto implementar Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) próximamente. Se está empezando un trabajo de cordón cuneta nuevo en una calle de tierra y la idea es dejar previstos estos SUDS para que contribuyan al drenaje y no dejar que el agua escurra por la calle”. 

En ese sentido, tanto en Nono como en otras localidades cercanas de la zona hay legislación para evitar problemáticas. “Tomamos el cauce del río como algo natural, no intervenimos para impedir que el agua avance. En Nono, Mina Clavero y Cura Brochero, entre otras localidades serranas, cuidamos mucho la naturaleza”. 

Soluciones

La mayoría de las soluciones posibles para enfrentar este fenómeno natural deberían encararse desde distintos ámbitos.

Por un lado, tratar de reducir las emisiones del Gas Efecto Invernadero (GEI). Argentina es uno de los países de América Latina y el Caribe que más lo emite, junto a Brasil y México. Al disminuir las emisiones urbanas, más descarbonizar la generación de energía, transporte y manufactura, se podría reducir, al menos en parte (y siempre y cuando acompañen los países más desarrollados, claro), los devastadores efectos del cambio climático, que, según el duro informe “Hoja de ruta para la acción climática en América Latina y el Caribe 2021-2025”, podría arrastrar a la pobreza extrema a unas 5,8 millones de personas para 2030.  

En algunas localidades empieza a implementarse el uso de los SUDS, que son todos los sistemas que permiten abarcar el agua, mantenerla, en vez de enviarla a la red pública. Estos sistemas permiten captar y aprovechar el agua de lluvia para reutilizarla con fines de riego, lavado de autos o cualquier otro uso que se le brinde, para lo cual se suele utilizar la red pública. Los SUDS tratan de propiciar los espacios verdes, amortiguan la caída de la lluvia y además son permeables. 

Otra opción sustentable sugerida por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y que se aplica por ahora en algunos pocos edificios es la de los “techos verdes”. Se trata de poner plantas, césped o vegetación en superficies horizontales de edificios, viviendas o construcciones y que pueden absorber el agua de lluvia no solo para el crecimiento de las plantas, sino también que funcionan como una esponja que retiene el agua por más tiempo y permite que se demore el escurrimiento hacia los desagües pluviales. 

También existe la alternativa de la construcción de aljibes y pozos en las ciudades donde almacenar el agua extra que cae durante la máxima intensidad pluvial, evitando así inundaciones y garantizar el suministro para otros usos. 

Hay ciudades más avanzadas en ese tema, como por ejemplo Mendoza, que tiene un buen sistema de gestión hídrica. Gracias a las acequias y a las políticas para llevar agua hacia el interior de los viñedos, que la utilizan para el riego, la ciudad insertada en una zona desértica es un verdadero oasis verde. 

En Buenos Aires, por su parte, hay legislación sobre el tema. La Ley 3295 de Gestión Ambiental del Agua del año 2009 establece las condiciones para el uso del agua en la ciudad y explica, entre otras cosas, que si se construye una determinada propiedad de determinados metros cuadrados, se debe tener un sistema de captación del agua. 

Otras de las soluciones propuestas por los expertos y que se van llevando a cabo paulatinamente en varias ciudades y municipios ribereños es la construcción de reservorios, para que el agua vaya a acumularse allí y luego pueda ser reutilizada.  

Asimismo, la planificación urbana es esencial para evitar que haya más gente damnificada. Al respecto, Cristian Green comenta que “claramente sufrimos la consecuencia de vivir casi 10 millones de personas en un radio de pocos kilómetros cuadrados: CABA, La Matanza, Lomas de Zamora y partidos aledaños, tienen esa densidad demográfica, esto ha provocado a través del tiempo que se ocupen sectores que eran  estuarios donde no había ningún tipo de construcción. Hoy nos encontramos con edificaciones en gran parte del AMBA a la vera de arroyos, ríos y riachos. Al producirse el desborde de estos, todo ese volumen de gente es afectada”.

En el mismo sentido, Claudio Velazco añade que “hay un déficit de obra pública en la provincia, más una falta de planificación que, sumadas a la conveniencia política, hace que muchas veces cuando llega una tormenta solo quede esperar lo peor. Así, por ejemplo, en 2015 se hizo un estudio que determinó que más de 150.000 platenses vivían en asentamientos cerca de importantes vías de agua o en sectores inundables. Y ya al estar gente viviendo, es más difícil pensar en soluciones”. 

En 2022, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) anunció la puesta en marcha de un proyecto denominado Pronóstico y Alerta de Eventos de Inundaciones Repentinas (PREVENIR), con la idea de que se transforme en un sistema de alerta temprana para prevenir inundaciones. Con una inversión de alrededor de 6.5 millones de dólares, PREVENIR surgió a partir de una cooperación entre el SMN, el gobierno de Japón y otras instituciones argentinas. 

En una primera etapa, el proyecto preveía el desarrollo de un sistema de alerta temprana para las cuencas Sarandí-Santo Domingo (Buenos Aires) y Suquía (Córdoba). A partir de la decisión del Gobierno Nacional de suspender una gran cantidad de contratos vigentes en el SMN, tanto la aplicación como la ampliación de este sistema entra en una zona de indefinición. 

Finalmente, el diseño de los sistemas de desagües tiene que estar emparentado con el cambio climático y con la mayor precipitación que se tuvo hasta el momento de empezar a diseñarla. Algunos estudios incluso sostienen que incluso tiene que tomarse 1,5 de la máxima tormenta soportada por esa ciudad.  

Sin obra pública, sin planificación urbana y sin tomar acciones para mitigar los efectos del cambio climático, los habitantes de las grandes ciudades y de muchos municipios de Argentina seguirán mirando al cielo con angustia cada vez que empiece a llover.

Uno de los principales ejemplos de aplicación de sustentabilidad se da en Costa Esmeralda, un barrio privado del Partido de la Costa ubicado muy cerca de Pinamar que consta de 14 barrios de baja densidad de población y uno con densidad media.

Su experiencia es distinta a la de las urbanizaciones clásicas, no solo por contar con mucha menos gente, sino además por estar diseñada con amplios espacios verdes (campo de golf, canchas de polo, centros deportivos y acceso a la playa). 

En general, en las localidades costeras las acciones para prevenir inundaciones suelen ser la implantación de desagües perpendiculares a la costa, pero esta descarga de agua dulce termina por alterar el ecosistema natural, al interferir con la creación de dunas. 

Para evitar eso y aprovechar el agua de lluvia se diseñó una red para consumo con acuíferos internos (lentejas de agua) con sumideros y drenajes para la absorción del agua, zanjas y badenes permeables. 

Asimismo, y al igual que ocurre en otras partes del mundo como en los Países Bajos, por ejemplo, existe una reglamentación interna que prohíbe a las parcelas privadas arrojar agua de lluvia a la calle cuando ocurren precipitaciones menores a 50mm/h. Los dueños deben hacerse cargo de recolectar y reutilizar el agua.

Por MIGUEL DISTEFANO

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