“Santiago del Estero es un gran patio cultural”

Motta Luna es uno de los tantos santiagueños que lleva la música en la sangre, en la voz, en el cuerpo. En diálogo con AreaUrbana, el folclorista habló de sus raíces, de su identidad, de sus pasiones.

En algunas reseñas se te describe como un artista “de pura cepa santiagüeña”. ¿Qué significa esa definición?

Santiago es un gran patio cultural. Han nacido allí artistas como Homero Manzi, Andrés Chazarreta y, más acá en el tiempo, los Ávalos, los Carabajal, Pío Herrera, familia Gómez, la familia Luna… todos músicos. De chiquitos nos enseñan a nosotros a vivir con la música, nos acunan con el ritmo de la chacarera, nacemos con el golpe en el corazón que tiene. Uno crece escuchando los relatos del padre o abuelo a la vuelta del brasero. No había televisión, pero sí muchos cuentos, anécdotas, mitos, leyendas, relatos. El primer regalo era el bombo, o la guitarra, dentro de lo que se podía. Y en las familias numerosas, se prestan los instrumentos. Todos somos Santiago del Estero, nunca nos vamos de Santiago. Queremos, amamos a nuestra provincia, y sentimos todo a través de las coplas.

Pasa en la familia santiagueña, independientemente de que sea familia de músicos…

Claro. Y lo veo en todo el norte, en Catamarca, Tucumán, Salta. Mi madre es de Tucumán. El sueño de chango es cantar, todo changuito sueña alguna vez: “Yo quiero ser cantor”.

A veces los dichos populares, de manera cariñosa pero a la vez ofensiva, hablan de la fama de remolón del santiagueño. ¿Eso molesta?

Somos cansinos, nada más. Tengo un amigo, Teodulfo, de 80 años. Y yo voy siempre al campo a verlo y trato de aprender, siempre estoy dispuesto a aprender: él, con 80 años, no toma ni un remedio, y se levanta a las cuatro de la mañana para trabajar, está permanentemente cuidando el campo. Santiago es un pueblo muy trabajador. Blanca Iruzún (letrista y poeta) se levantaba temprano para ir a enseñar, era maestra rural. Nosotros también nos levantábamos muy temprano, antes de ir a la escuela ayudábamos a buscar la leña para hacer las empanadas.

Naciste y te criaste en La Banda, pero hace aproximadamente 30 años que vivís en Buenos Aires. ¿Qué representa la ciudad para vos?

Amo a Buenos Aires. Cuenta con muchos espacios culturales y teatros, todo lo que no abunda en mi provincia. Valoro mucho la música que puedo escuchar acá, y a la gente sobre todo. Tengo muchos amigos de la ciudad. Vivo en las afueras de Buenos Aires, en San Martín. Y también tomé gusto a ir a la cancha, a hinchar por Chacarita, que tiene el estadio en esta zona.

Hablando de fama, los porteños también tienen la suya en el interior…

Sí, pero yo no advierto eso que se dice, no pasa por mí. Me gusta que podamos comunicarnos todos, sin ser despectivos. A nosotros nos decían “cabecitas negras”, pero no me quedo con eso. En todo caso creo que hay que abrazar a esa gente, aunque esté equivocada.

¿Qué música escuchás por lo general?

Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, los discos de Mercedes Sosa, Jorge Fandermole, Rubén Blades; Alí Primera, de Venezuela; Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa. Mucha música de la región. Rock nacional también, Charly. Nunca mires atrás lo hice por Charly, se la dedico a él, obra de Marechal, la canto con León. El flaco Spinetta, Ricardo Iorio. Escucho toda clase de música, tango, folclore, música de Brasil también.. Primero lo nuestro, segundo lo nuestro también. Me gusta toda la música, pero le presto más atención a lo de acá. Música de Brasil también.

Tu anterior disco, El hijo del jornalero, habla de los trabajadores golondrina…

Acá estás hablando con un cantor que fue remisero, albañil, trabajador rural. Hice muchos trabajos, me ha ayudado para seguir en la música, se aprende. Conozco lo que es trabajar. No se pueden cantar ciertas cosas si no se conocen. Iba en el remis, con la guitarra en el baúl.

Nota publicada en AreaUrbana44

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José Abel Autor

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