Es el nuevo administrador de Vialidad Nacional. Un ingeniero en petróleo que además de llevar adelante un puesto fundamental para la economía nacional, habla sobre su amado Capitán Sarmiento. El pasado, presente y futuro del lugar donde eligió hacer su “nido”.
No sos nacido en Capitán Sarmiento, pero casi….
Sí, la verdad es que nací en Capital, pero a menos de 15 días de haber nacido ya estábamos en Capitán Sarmiento. Nací en Buenos Aires, pero soy sarmientense. Además de haber estado prácticamente la mitad de mi vida, hasta los 21 años que me recibí de ingeniero, después me casé con mi mujer. que vinieron para tenerla a Capital Federal, pero es el mismo caso que el mío.
Como petroleros vivimos por diversos lugares. Me acuerdo que salimos de Capitán Sarmiento, de la casa de mis suegros y nos fuimos a vivir a Malargüe, después a Rincón del Sauce y más lugares dentro y fuera del país. Cuando me propusieron venir a trabajar a Buenos Aires, no quería vivir en la ciudad, sino definitivamente en Sarmiento. En el año 2004 nos construimos la casa; desde ese momento cada vez que no estaba trasladado a algún lugar, vivía en Capitán Sarmiento. De hecho, ahora vivo en mi ciudad natal. Como trabajo en Capital Federal, salgo los lunes muy temprano y regreso los viernes por la noche. Los chicos y mi mujer están establecidos allá.
¿Qué recuerdos tenes de tu infancia en Capitán Sarmiento?
La verdad es que yo estaba mucho tiempo en el campo. Pero me acuerdo que era todo una odisea ir al pueblo, era fantástico. Siempre estábamos esperando que nos llevaran, especialmente en el verano. Nos volvíamos locos por ir al único supermercado que había, que era el único lugar donde podíamos conseguir alguna cosa diferente. Estábamos en el campo comiendo guiso toda la semana, cuando llegaba el sábado nos volvíamos locos por ir.
Un poco más grande, yo quería ir al centro, pero no tenía cómo si no era a caballo o en bicicleta. Por eso a los 15 años me compré una Ford A, con eso me iba hasta el pueblo. Pero lo que pasaba era que estaba en un estado “medio pelo” y me daba vergüenza, entonces la dejaba en el hospital en la entrada al pueblo y me iba caminando al boliche o donde fuese. Tal vez durante el día no había problema, pero a la noche si.
A mi mujer la conocí en Marabunda, el boliche de la zona. Es reconocido porque tiene un gigante en la puerta. Es el mismo boliche al que iba mi viejo y todavía es el único al que va mi hijo cuando sale.
Nota publicada en AreaUrbana 51