Mauricio Dayub, el premiado actor paranaense que lleva en sus obras, interpretaciones y diferentes trabajos actorales aquello que su barrio natal, La Alcantarilla. Desde su obra con la que conquistó Buenos Aires El Amateur hasta la actualidad con El Equilibrista, Paraná siempre ha estado presente.
¿Cómo era tu casa natal?
Nací en Paraná, Entre Ríos, soy el cuarto de cinco hermanos y la quinta es mi hermana, mi mamá tenía una peluquería de barrio en nuestra casa en un pequeño salón delante de todo que daba a la calle y papá era viajante, vendedor mayorista.
Era una casa mediana, con un patio en el medio, tipo chorizo cerrada para tener más habitaciones, había un fondo con algo sembrado, gallinas y árboles frutales. Tenía entrada por la calle Libertad y salida por la calle Paraguay, era una L, papá hizo el garaje y en el tiempo una habitación, una cocina y un baño para mi abuelo y mi abuela con los que vivimos hasta sus últimos años.
Y, ¿El barrio?
Se llama La Alcantarilla, mi casa estaba en bajada a tres cuadras del Mercado Central y a dos y media de las vías del tren, un lugar intermedio y cuando llovía mucho, el agua de las calles desembocaba en esa esquina, eso, nos permitía si nos dejaban o si no estaban nuestros padres, chapalear un poco como si fuera un río a la puerta de casa.
La Escuela Primaria N° 6 Ernesto A Bavio quedaba en frente de casa, escuchábamos la campana y cruzábamos y a una cuadra y media estaba el Club Recreativo donde hacíamos deporte y jugábamos con los chicos del barrio. Ahí, firmé mucho de mi educación social.
A una cuadra hacia otro lado sobre Paraguay estaba la iglesia, lugar al que iba muy seguido porque fui monaguillo y sobre la calle Bavio a media cuadra hacia otro lado, había un terreno baldío donde pasábamos muchas tardes, cortábamos trocos, cavamos pozos, armábamos canchas, hacíamos una vida que hoy la recuerdo increíble.
¿Cuándo te fuiste del barrio?
A los 19 años seguí el mandato familiar que indicaba tener una carrera universitaria para no ser humildes como eran mis padres. El problema es que no me gustaba ninguna carrera, me gustaba la ficción, la actuación y no podía desarrollar eso, en ese momento, en mi ciudad. Me fui a Santa Fe a estudiar Ciencias Económicas.
Ahí, empecé a conocer el mundo del teatro mediante los grupos de teatro independiente que había en ese momento. Trabajé en Núcleo Teatral Thalía donde hice mis primeras tres obras y en el Grupo de Actores donde hice otros dos espectáculos cuando decidí a los 23 años que mi vocación era más fuerte que la carrera y me vine a Buenos Aires a intentar probarme en esta profesión.
Estando fuera, ¿Seguiste en contacto con Paraná?
Seguí relacionando todo el tiempo con la ciudad. Yo no me fui de Paraná, siento que me fui hacia otra ciudad, no deje la anterior.
De hecho, la obra que me abre las puertas de Buenos Aires (El Amateur) es inspirada en un hecho ocurrido en mi infancia de Paraná, dos cuadras hacia abajo donde acampaba los circos, en la placita de Los 33 Orientales donde vi batir el récord de permanencia en Bicicleta a un atleta entrerriano y ese esfuerzo enorme que él hizo para estar durante cinco días y cinco noches para poder batirlo, me pareció una analogía perfecta para el esfuerzo que yo tenía que hacer para existir en una ciudad como Buenos Aires y poder decirle a los demás que yo había venido a ofrecer mi corazón y desde allí, pedir que me vieran, que me escucharan.
Paraná, ¿Cómo se refleja en ti?
Compruebo que todas esas cosas que yo tenía como provinciano y que no tenía la esencia que funcionaba en Buenos Aires y me alejaban del éxito porteño, fueron las cosas que me acercaron a los demás como característica personal.
Algo que parecía negativo en los comienzos, se transformó en algo muy autentico y positivo en el tiempo. Me dio una forma que no se repite en otros, me dio originalidad.
Tuve la suerte de ser fiel a ese amor que sentía por la ciudad donde nací.
¿Un lugar o personaje de La Alcantarilla que recuerdes?
Mi barrio era un barrio de personajes y en la calle Libertad donde nací estaba todo, fue como El Aleph de Borges. La esencia de todas las cosas estaba ahí, pasaban los personajes que venían del Mercado Central, el típico de todos los rubros, casi todos han tenido frases o esencias que han ido a parar a mis obras.
Estuvo Mario Avellaneda, el jugador de fútbol que le permitió hacer un gol para hacer que el Atlético Paraná pudiera jugar en la Primera Nacional por primera vez, me inspiro el relato Ídolos en el libro ‘Alguien como vos’, me enseño qué es el éxito y ser un ídolo.
El Padre Coco que por su actitud me ayudó a tomar mi propia posición con algo tan fundamental en la vida como Dios.
Vi jugar a Miguel ‘Tito’ Lerman, el más virtuoso en básquet, hacía jugadas de lujo y pases no tradicionales, un día yo estaba jugando una final, faltaban pocos segundos para que termine el partido y me fui solo con la pelota, si embocaba salíamos campeones y si no, perdíamos y me nació hacer lo mismo que hacía Tito, pasármela por abajo de la pierna y atrás de la cintura y cuando me elevé para tirar la pelota, pego en el tablero, dio vueltas por el aro y salió para afuera.
Me querían matar todos, los de mi equipo, los de la tribuna, los del club, los parroquianos que estaban tomando algo y Tito me llamo, abrió sus brazos y me dijo “deciles que yo te había dicho que si ganábamos teníamos que hacerlo con una jugada de lujo, que ganar, gana cualquiera, pero, con una jugada de lujo no”. Y, siento que, hasta hoy en mi profesión, busco hacer esa juagada de lujo y eso, me lo enseño alguien de ahí, de mi ciudad.