“Estamos muy atrasados en energías renovables”

El programa RenovAr apunta a convertirse en el despegue real del desarrollo de fuentes sustentables de energía, hoy sin protagonismo en el país. Consultado por AreaUrbana, el ingeniero Rodrigo Herrera Vegas desentraña la estructura energética local.

La transición arrancó hace varios lustros en los países centrales y también en los de la región. Pero no aún en la Argentina, donde las fuentes renovables carecen de protagonismo en la matriz energética, alimentada hoy por combustibles fósiles. La brecha entre el escenario actual de la energía solar y eólica y los objetivos establecidos por el propio país en ese sector sigue siendo enorme: esas energías no contaminantes aportan alrededor del 1 por ciento, y la meta más próxima, fijada por la ley 27.191, de 2015, es alcanzar el 8 por ciento para el 31 de diciembre de 2017. En rigor, esa misma meta se había previsto en 2006 para finales de 2016, pero, ante el avance nimio durante la última década, se actualizó la normativa con proyecciones que, sin embargo, aún están lejos de ser una realidad.

El Gobierno nacional puso en marcha a fines del año pasado el programa RenovAr, a través del cual se adjudicaron, en dos licitaciones, 59 proyectos de energías renovables en 17 provincias por una potencia total de 2.423 megawatt (MW). Por ahora, esa ambiciosa iniciativa está solo “en papel”, según afirma el ingeniero y especialista en energías sustentables Rodrigo Herrera Vegas, ya que no se ha avanzado aún en la construcción de los parques solares y eólicos previstos. Si se ejecuta, el programa quedará en la historia como el puntapié inicial de la transición de un sistema basado en combustibles fósiles (gas, petróleo y carbón) hacia otro con mayor presencia de fuentes renovables de energía.

En una entrevista con AreaUrbana, Herrera Vegas, co-fundador de la empresa Sustentator y columnista del diario La Nación en tecnologías sustentables, analizó el escenario de las fuentes limpias en el país.

¿Cómo está la Argentina en comparación con sus vecinos en el desarrollo de energías sustentables?

Actualmente, la base instalada de energías renovables está por debajo del 1 por ciento de la generación total. Sin embargo, cuando se concreten los proyectos de energías renovables adjudicados el año pasado, en el marco del programa RenovAr, el número va a cambiar sustancialmente. Pero todavía no se construyeron esos parques solares y eólicos, por ahora están solo en papel. Por ley, las energías renovables deberían llegar en la Argentina al 8 por ciento del total. Eso no va a suceder este año, pero quizás estemos bastante más cerca el próximo. Ahora la Argentina es el país más atrasado de toda la región. Por ejemplo, en energía solar, el país tiene instalado 12 MW y Chile, 1500 MW. Nosotros no empezamos aún. Honduras produce siete veces más energías renovables que la Argentina. Y Uruguay ya casi completó el cupo de instalación de energías renovables.

¿Hay un techo en el desarrollo de energías sustentables?

Sí, por ahora hay un tope en las renovables porque son intermitentes, no funcionan las 24 horas, dependen del viento y del sol. El talón de Aquiles es la acumulación: cuando se encuentre una manera barata y limpia de acumular la energía, sí se podrá aspirar a seguir creciendo hasta el 100 por ciento de la matriz energética. No hay todavía una tecnología que permita esa acumulación. Lo más cercano existente es un invento de Tesla, el Powerwall, que es una batería de litio súper sofisticada que permite acumular energía en hogares o en fábricas. Pero es cara, tiene una vida útil y conlleva un problema a futuro para su reciclado.

¿Qué factores han atentado contra la inversión en energías renovables en el país?

Por un lado, las tarifas de electricidad y de gas estaban, y siguen estando ahora aunque en menor medida, muy subsidiadas. La energía eléctrica que se paga en Buenos Aires es cinco o seis veces más barata que en Montevideo, en Santiago de Chile o en San Pablo. La energía se paga indirectamente con los impuestos: al Estado le cuesta seis veces más caro producir la energía, pero no le traslada ese costo en forma directa al consumidor. Eso hace que, al momento de evaluar una inversión en un sistema de energía renovable –solar, eólica, geotermal–, el cliente final (sea una persona o una empresa) lo compare con el precio de la red eléctrica y se dé cuenta de que no le conviene. Eso frena el avance de las renovables. Por otro lado, falta un sistema de financiamiento. Si yo pudiera pagar en cuotas el sistema de energía renovable, al comparar el valor de la cuota con la factura mensual de electricidad, me va a resultar mucho más interesante. Quizás tendré que pagar cuotas mensuales durante cinco años y luego la energía será gratis durante 25 años más. El sistema de energía solar fotovoltaica tiene una vida útil de 30 años. Para mí, esos son los dos principales factores: el subsidio a las energías fósiles y la falta de financiación para adquirir sistemas de energías renovables. También inciden los altísimos aranceles para la importación de los equipos. Es imposible competir con China por el volumen de producción que hay allá. Está bien apostar a una industria nacional en torno de las energías limpias, pero, en este momento, es preferible facilitar la importación de los equipos.

¿Desde el Estado se han impulsado en las últimas décadas políticas para el desarrollo de estas energías?

No, cero. Y todavía no hay una política.

 

Nota publicada en AreaUrbana 63

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José Abel Autor

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