El ingeniero español David Yáñez inventó un aerogenerador eólico sin aspas que tiene múltiples ventajas frente al modelo convencional: reduce el impacto ambiental y los costos de fabricación y de mantenimiento, no genera ruido ni lastima a las aves.
Un mástil de fibra de carbono está a escasos pasos de revolucionar la generación de energía eólica. Su originalidad reside en la ausencia de aspas. Hasta hace unos años, la energía eólica no había sido pensada sin su componente fundante: la hélice. Un ingeniero español, David Yáñez, no solo pensó esa posibilidad, sino que desarrolló una nueva tecnología: un cilindro cónico vertical, muy liviano y semirrígido, que, anclado al terreno, recibe la violencia del viento, oscila y comienza un ciclo de circulación y rotación. El viento no ingresa en el mástil, sino que pasa a su alrededor y se produce una suerte de remolino, haciendo que esta nueva tecnología genere, primero, energía mecánica y luego, a través de su transformación, energía eléctrica.
En la actualidad, los aerogeneradores eólicos funcionan con una turbina accionada por aspas, movidas por efecto del viento. Sin esa hélice, la turbina no arrancaría, no generaría energía mecánica y, por ende, no produciría electricidad. Vortex Bladeless, la empresa fundada en 2013 por tres españoles –Yáñez, David Suriol y Raúl Martín– está cerca de poner fin a ese único modo de funcionamiento de la eólica con la puesta a punto de sus aerogeneradores Vortex, que no usan motores, sino un sistema de confinamiento magnético con imanes. El mástil absorbe la energía cinética del viento y la transmite a su base, en donde es transformada en energía eléctrica. El nombre del invento, Vortex, proviene de vórtice (torbellino).
¿Qué ventajas brinda esta nueva tecnología? Permite desarrollar la minieólica en zonas urbanas residenciales, su construcción y su mantenimiento son más baratas, no genera ruido, ocupa una superficie menor, no lastima a las aves y reduce el impacto paisajístico, entre otros beneficios. Su contra es que produce menos energía que el aerogenerador convencional, comparando modelos de altura similar. No obstante, el mayor desafío, según su creador, es terminar de ajustar los prototipos para demostrar todos los beneficios previstos.
El ahora responsable de marketing y socio fundador de la compañía, David Suriol, le preguntó en 2013 al inventor qué probabilidad de éxito tenía esa idea nueva: “Muy bajas, un 2 por ciento, pero voy a intentarlo”, le contestó Yáñez. Cuatro años después, la respuesta es otra: “Estamos muy cerca de lograrlo, puede ser en unas semanas o en dos meses. Esa probabilidad creció a un 95 por ciento”, estimó Yáñez, consultado por AreaUrbana.
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