“El molino” es un homenaje visible al trabajo y a la acción humana, a la secuencia para recrear la materia, para alcanzar el pan, la complejidad de lo simple. Nace una fábrica cultural, un lugar donde se imaginan, diseñan y producen bienes culturales de todo tipo: juguetes, muebles, libros, obras de arte, fotografías, películas y espectáculos.
Esta obra es el resultado de la recuperación edilicia del Complejo Molino Franchino y su incorporación a un sistema de parques y de espacios públicos de la ciudad de Santa Fe. Se propone como un lugar de fabricación de objetos de madera, metal y vidrio, recreando así el espíritu de las viejas escuelas de arte y oficio.
Está ubicado en la manzana comprendida por las calles Castellanos, República de Siria, Bv. Gálvez y Pedro Vittori de la Ciudad de Santa Fe. El criterio de preservación y recuperación se aplica en este caso, no sólo por el significado histórico de los edificios, sino también por su alto valor constructivo y espacial. En esos sitios se plantea el desarrollo de actividades didácticas y expositivas vinculadas al diseño industrial y al diseño aplicado en general.
Esta obra propone recuperar los espacios interiores de la nave principal. Captar la fascinación y el misterio que producen dichos interiores y asimilarlos para potenciar su encanto espacial y su expresividad constructiva. Reinventar el uso de esos espacios para promover las prácticas artísticas contemporáneas. Dotarlo de las infraestructuras necesarias que permitan desarrollar dichas prácticas de manera eficiente.
“El Molino, fábrica cultural” es una propuesta que conjuga creación y producción. Es un gran centro de formación, experimentación e investigación en las formas de la materia y en el arte de vivir.
De esta manera, en su sentido integrador, la fábrica cultural busca la articulación de programas especiales para maestros, estudiantes universitarios, adultos mayores; programas de construcción intergeneracional, vivencial y lúdico para todas las edades; y abierto al público en general.
Espacio de formación con programas de aprendizaje, proyectos y experimentación en el que aprendices y tutores trabajan para la inclusión social. Será una gran fábrica de objetos, donde máquinas, materiales (madera, resina, vidrio, nuevos, etc.), formas y colores, convivan.
Además, contará con un sistema de coordinadores especialistas que animarán los distintos espacios y serán maestros de la provocación imaginaria y expertos en el soporte material.
“El Molino, Fábrica Cultural” consta de un edificio para la producción -el antiguo molino-, otro para la exposición y un paseo donde se conjugarán ambas acciones. Esos espacios se dedicarán a actividades didácticas y expositivas vinculadas al diseño industrial y al diseño aplicado en general. Un multiespacio dedicado a escuelas de artes y oficios y a la exhibición tanto del producto terminado como de sus procesos de fabricación y diseño.
Además de rescatar el valor histórico y edilicio del antiguo molino y de ofrecer un nuevo ámbito cultural abierto especialmente a la familia, una de las características más sobresalientes y originales de la obra es la construcción de una calle interior cubierta por las denominadas bóvedas cáscara, concebidas por el arquitecto Amancio Williams en la década del 40.
Esta calle interior de 25 metros de ancho se constituye como un paseo abierto, participativo y solidario: un lugar donde las bóvedas cáscara cubren sin encerrar, generando un cambio de clima en sentido real y simbólico a la vez.
Al abrigo de la tradición, la llamada “bóveda cáscara” reivindicará la recuperación patrimonial del edificio donde antaño funcionó un viejo molino harinero, símbolo de una época de progreso y trabajo; con la fuerza del modernismo, su diseño vivificará la fisonomía urbana y, con su eficiencia estructural, resguardará del sol, de la lluvia y de la humedad el espacio central de la naciente Fábrica Cultural El Molino.
La bóveda cáscara es una estructura de techo alto desarrollada en la década del ‘40 por el prestigioso arquitecto argentino Amancio Williams. Consiste en una superficie cuadrada de cuyos extremos nacen cuatro bajos con curvatura hacia el centro, con lo cual la cubierta adquiere una forma similar a la de un paraguas invertido. Este techo está sostenido nada más que por una columna, que al ser hueca en su interior permite desagotar el agua de las lluvias hacia el desagüe subterráneo de la ciudad.
Nota publicada en AreaUrbana 31