Cambiamos el uso del espacio deportivo

Décadas atrás nuestro país se caracterizaba por una alta tasa de movilidad social. Este fenómeno se debía entre otras cosas a la existencia de tres instituciones: la escuela pública, el servicio militar obligatorio y los clubes de barrio.

Allí no solamente se compartían largas horas, sino que ocurría algo más importante aún: se reconocía al otro como un semejante. Nadie negaba las diferencias, pero eran parte de la cotidianeidad. Los más ricos compartían el aula con los más pobres, aquellos de barrios o provincias lejanos debían soportar similares tormentos al ritmo de los instructores militares y el hijo del dueño de la fábrica se mezclaba en un picado en el club.

La evolución cívica eliminó el servicio militar. La degradación del estado y la pobreza creciente anuló a la escuela pública como crisol de clases sociales.

La mala gestión y su eliminación en la agenda pública, bajaron la afluencia deportistas a los clubes de barrio y con ello se vaciaron sus arcas y así sus instalaciones.

Aquellos viejos clubes y el snobismo de los gimnasios

En todas las ciudades del país el lugar natural de encuentro y socialización para un niño y un adolescente era el club más cercano. En cierta forma y en muchos lugares eran una extensión de la calle, cuando la calle también era escuela.

Pero no solo eran el espacio del encuentro social, eran también formadores de deportistas de alto rendimiento.

A partir de un cierto furor individualista y de una división social creciente, a finales de los ochenta y durante los noventa, los “gimnasios de aparatos” empezaron a reemplazar a los clubes. En ellos, no solamente las disciplinas que se practicaban eran mucho más individualistas, sino que carecían de encuentro social. Su auge perjudicó durante un tiempo a clubes grandes y pequeños.

La última década

Unos años más tarde, comenzaron a fusionarse entidades sin fines de lucro con espacios alquilados que se asemejaban a los gimnasios de aparatos, con los que antes competían. Estas entidades comerciales se benefician por ocupar espacios céntricos, pagando un bajo alquiler o compartiendo un pequeño porcentaje de sus utilidades.

Simultáneamente se dio la revalorización de las actividades deportivas y su función social. La participación en diferentes disciplinas ha aumentado mucho en los últimos años. Ya no es solamente fútbol. El básquet, el hockey, la natación, el tenis y muchas otras actividades son atractivas para las nuevas generaciones y deben practicarse en un club.

Por: Daniel José Fernández

 

Nota publicada en AreaUrbana 49

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