Supongamos que nacemos nuevamente, el mundo no cuenta con instituciones, no cuenta con reglas, ni interés, ni dinero ni ocupación. No contamos con patrones ni mano de obra disponible. No tenemos horarios que cumplir ni servicios que prestar. Estamos solos y sin normas que regulen la vida.
Nosotros como seres humanos, tenemos instintos animales, pero no somos animales. Tenemos un cerebro súper desarrollado que resulta ser la herramienta más poderosa jamás creada. La naturaleza nos provee de recursos y los animales nos muestran el camino para organizarnos, estar juntos, protegernos, alimentarnos, los observamos y ellos nos enseñan. Empezamos a reunirnos en grupos y nos damos cuenta que ello es bueno, nos organizamos y dividimos nuestras tareas:
- Tenemos que comer, es necesario buscar comida. Para ello exploramos nuestro entorno y buscamos alimentos que nos satisfagan. No todo lo que está a nuestro alrededor nos satisface.
- Tenemos que beber, es necesario refrescarnos. Buscamos agua, esperemos que llueva, si tenemos un río cerca probamos su agua si nos gusta y nos refresca se convierte ese espacio en nuestro paraíso
- Tenemos frío o calor, tenemos que refugiarnos. Buscamos un lugar en las montañas o quizás bajo el suelo o tal vez en un árbol. De repente, juntamos cuatro troncos y vemos que ello es bueno, pero no suficiente, empezamos a pensar en que tal vez ello puede ser mejor y más grande.
No tendría que haber otra preocupación. Sin embargo, algo pasó. Tuvo que ocurrir algo para que esas necesidades básicas simples en un mundo infinito cambiara. Teníamos disponibilidad de recursos, todo estaba dado para que aquellos que lo desearan pudieran vivir según las leyes de la naturaleza en su sentido más primitivo.
Evidentemente algo sucedió. ¿Qué fue exactamente lo que sucedió? No lo sabemos, pero el ser humano con el paso del tiempo se fue organizando a fin de obtener aquello que para él resultaba provecho, útil. Empezó de esta manera a apropiarse, sin saber lo que ello significaba, de determinados recursos naturales valiosos para él:
- El suelo, porque podía observar que determinadas granos o semillas crecían más rápido y de mejor calidad en determinados tipos de suelo.
- Los animales que le servían de base a su alimentación.
- Del espacio y la belleza del territorio para hacer mejor la vida y estar protegidos ante la inclemencia de la naturaleza.
- De la cercanía al mar y los ríos.
Entonces vemos que surge en todo ello que menciono un concepto que resulta clave: utilidad. El ser humano se empezó a dar cuenta que cuánto más útil es una cosa, más valiosa para su vida y lo que desea ese ser humano es sobrevivir la mayor cantidad de tiempo posible.
- ¿Cómo surge la necesidad de utilizar a otro ser humano para que haga lo que yo le pida?
- ¿Cómo surge el yo quiero eso y eso es solamente mío? ¿Cómo se definió por primera vez la propiedad privada?
- ¿Cómo surge el intercambio de bienes entre personas? ¿cuál es el sentido?
- ¿Bajo qué circunstancias surge el concepto de organización y división de las tareas?
¿QUÉ ES LA ECONOMÍA?
Es muy difícil que nos pongamos de acuerdo. No existe una definición de economía que satisfaga mis expectativas. La típica definición de libro de economía la reduce a una análisis matemático que define de “algún modo” la mejor distribución de bienes escasos (recursos escasos) entre infinitas necesidades. No me convence, a nadie le debería convencer. Somos muchos los que nos planteamos esa necesidad de encontrar una definición de economía que se ajuste realmente a aquella que realmente importa: la realidad. Debemos preguntarnos entonces, qué y cuál es esa realidad.
La definición de economía que conocemos es una definición que simplifica muy inteligentemente un entramado muy difícil de dilucidar. Además es atemporal y puede ser aplicada a cualquier ámbito.
Evidentemente, la economía tiene que ver con la administración de los recursos, pero debe ser algo mucho más que eso. Para mí, la definición de economía debería internalizar el tiempo en el que estamos desarrollando la teoría económica y debe darnos las pautas necesarias para indicarnos que dadas determinadas condiciones iniciales, en un contexto y momento dado, lo que estamos teorizando puede ser analizado con criterio. Esta teoría debería explicar el contexto actual de las cosas. En economía, tal como ustedes ya lo saben, hablamos de corto, mediano y largo plazo. Por este motivo y dado que las relaciones, transacciones, distribuciones, intercambios, conexiones, producciones y asignaciones son vertiginosas, las teorías económicas del presente deben referirse al corto plazo. En esto comparto tal como decía en su famosa frase Sir Keynes: “en el largo plazo estamos todos muertos”.
Constantemente debemos repensar la teoría económica, tenemos que mejorarla en todo momento, adaptarla al mundo que nos rodea, o destruirla si el mundo nos dice “eso acá no sirve, no se aplica, cambiaron las reglas del juego”
La incorporación del componente histórico es trascendental dado que pondrá la vara de la economía en un nivel alto por los siguientes motivos:
- Cada teoría debería ser entendida en el momento en que se generó
- Cada momento histórico implica un estadio en la construcción del pensamiento particular de esa época.
- Cada momento o circunstancia es histórica porque implica un cambio revolucionario o de paradigma en nuestra forma de entender el mundo.
En este contexto histórico hablar de economía es como hablar del clima. Pareciera algo intuitivo, pero necesitamos ponernos de acuerdo en su concepto, mientras ello no ocurra y sigamos trabajando sobre definiciones tan distintas como nuestras opiniones, no podremos encontrar las soluciones que con tantas ansias buscamos, ser un país.
JOSÉ LEZAMA
Director del Centro de Producción Documental de GEO Estudio y Opinión – Economista (UBA)