Educación vial, fluidez y movilidad

Horacio Botta Bernaus es abogado especialista en derecho de tránsito, seguridad y educación vial con once libros publicados sobre el tema. En la nota explica cómo deben intervenir los municipios, las ciudades internacionales que son referente en el tema y cómo se debería planificar en la Argentina.

¿Cómo se posiciona Argentina respecto a la infraestructura del acceso a las ciudades y el tránsito urbano?

Argentina es dueña de realidades muy distintas y con deudas pendientes. Las ciudades crecieron, en su mayoría, sin planificación. Hay una gran cantidad de problemas en los accesos a las ciudades y cambiar llevará tiempo y dinero. Además, un tema recurrente es la continuidad de los proyectos por los cambios de gestión. Y eso complica la movilidad, un concepto que en las políticas de las ciudades no aparece. Otro concepto que no aparece es el de fluidez. La seguridad vial siempre trabaja para lograr la seguridad y la fluidez, es decir, que el ciudadano pueda moverse de un punto de partida a un punto de destino en el menor tiempo posible, siempre que no afecte la seguridad. Esto se olvidó, con lo cual hay ciudades que no miden las fases de los semáforos de ingreso, ciudades que le otorgan la misma fase a una vía principal que a una vida secundaria, obligando a los conductores a esperar más de un minuto cuando no hay tránsito en el sentido que cruza. Queda mucho por hacer. Pensar en avanzar en el diseño de una ciudad que favorezca la movilidad con fluidez y seguridad, es casi revolucionario.

¿Cuáles son las problemáticas que se desatan en calles y rutas de la ciudad?

Al enseñar a conducir y hablar de seguridad y educación vial, debemos estimular los 5 principios del tránsito: la convivencia (capacidad de convivir con otros en un espacio reducido), la solidaridad (empatía para ponerme en el lugar del otro y entender el fenómeno del tránsito), la tolerancia (un grado más de solidaridad, perdonar el error del otro porque en el tránsito todos nos equivocamos alguna vez), el respeto al otro y su espacio, y el último, la necesidad de que entendamos que las leyes de tránsito son códigos éticos de convivencia, es decir, un código humano que nos fija un protocolo para que cada uno actúe en pos de evitar accidentes. En Argentina se disociaron las prácticas para aprender a manejar de las señales de tránsito. Tenemos que fijar las pautas para formar a los nuevos conductores.

¿Cuáles son las claves para lograr un tránsito más fluido?

Aprovechar integralmente las vías. Una cuestión a lograr es que, si tenemos 6 metros disponibles, se aprovechen para circular, sobre todo en las vías preferentes. Hay ciudades en las que se instalaron las fases del semáforo hace 30 años, eso debería actualizarse con un estudio que especifique cuántos autos pasan, a qué hora, cuáles son las maniobras más frecuentes, cuántos peatones cruzan; etcétera. Los semáforos, los lomos de burro, los badenes, las rotondas, son soluciones a una tipología especial de problema que hay que especificar y determinar con anterioridad. Cuando las soluciones se usan mal, se genera un doble problema en la ciudad. En general, no hay una gestión que tenga un proyecto enfocado en la seguridad y en que el vecino disfrute de circular en la ciudad. Una problemática actual la conforman los containers de basura: estos restringen los carriles y generan la sensación de que se puede estacionar detrás de ellos. Tenemos que fijar una política de carga y descarga que, además de tener en cuenta el interés del comerciante, considere la fluidez de los transeúntes.

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José Abel Autor

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