El vidrio, reflejo de una comunidad

Desde fines del siglo XIX este noble material ha sido la base del desarrollo de un pueblo, un hombre visionario impulsó una fábrica vidriera que fue y es epicentro económico de la zona. En sus instalaciones llegaron a trabajar hasta 4000 obreros que se trasformaron en pioneros de conquistas sindicales; Berazategui y León Rigolleau son simbiosis entre progreso y cultura.

Cuando en la última década del siglo XIX una huelga obrera marcaba la detención en la fabricación de frascos para tinta de escritura importada de Europa, Gastón Rigolleau optó por producirlos en su empresa. Así, entre 1906 y 1908 construyó una planta vidriera en Berazategui, Provincia de Buenos Aires, que desde entonces lleva su apellido. Fue su hijo, León Fourvel Rigolleau, quien la transformó en la planta vidriera más importante de Sudamérica al incorporar la agilidad de los artesanos europeos que formaron a los sopladores argentinos junto con nuevas tecnologías y productos.

“Berazategui nace gracias a un inmigrante vasco con este apellido que tenía un tambo y una pequeña fábrica de quesos de producción local, el mismo, donó parte de sus tierras para la instalación de la estación y del ferrocarril cuando este pasó ahí, y a cambio pidió que le colocaran su nombre. Aunque era una zona de quintas y de tambos, desde 1906 los peones fueron absorbidos como empleados de Cristalerías Rigolleau, la primera industria que se instaló en el predio próximo a la estación ferroviaria. La relación entre el Municipio y la industria del vidrio es histórica, aunque, desde 1886 la empresa fabricaba vidrio en Buenos Aires, amplió sus instalaciones al municipio porque Rigolleau detectó que no existía en Sudamérica una fábrica de vidrio que, hasta ese momento, era todo importado. Usó capitales franceses y se instaló en Berazategui, este fue el inicio del desarrollo de la industria vidriera en el país”, comentó la directora general de Museos de Berazategui, Liliana Porfiri.

A partir de esto, la fisonomía de la localidad cambió. Si bien, en 1873 el casco histórico del municipio se ubicaba en el barrio de San Francisco, con la llegada de la Cristalería quedó relegado a una situación perimetral. Todo el desarrollo económico, industrial, cultural y demográfico se dio al rededor de la fábrica que contó con hasta 4000 obreros junto con los que hacían tareas en los pequeños y medianos talleres subsidiarios que producían para Rigolleau. “La instalación de la fábrica fue un factor determinante en la trama urbana del Municipio.

En el Museo Histórico y Natural que contiene al Museo del Vidrio, hay fotos de 1938 donde se ven absolutamente rodeadas por urbanización las manzanas perimetrales de la fábrica, mientras el resto de la ciudad era zona netamente rural. Al compararlas con otras fotos aéreas de la década del cincuenta vemos que el desarrollo de los barrios se produce por loteos, en aros al rededor de la fábrica, por eso, de alguna manera decimos que Rigolleau como empresa y Berazategui como ciudad, han crecido juntos”, señaló la representante.

El vidrio y los trabajadores

Como director de la Cristalería, León fue un precursor en cuanto a las retribuciones laborales, así, en 1943 dio vacaciones y jubilaciones pagas al personal e implantó el salario familiar, cuando la ley aún no lo exigía. En esa década, junto con el maestro Gerónimo Narizzano, fundaron el Ateneo Rigovisor, un instituto de perfeccionamiento para obreros de la firma que extendió sus actividades a la población. Allí, se daban gratuitamente diferentes alternativas de educación y divulgación cultural. Fue un ambiente en donde los artistas de la zona empezaron a expresarse libremente desde cada área de la plástica y en la Argentina es reconocido como una de las primeras iniciativas serias de capacitación al personal, por parte de una industria.

La fábrica tuvo mucha influencia en la comunidad porque desarrolló una política cultural acompañando el desarrollo y crecimiento de otras instituciones. La madre de todas fue el Ateneo Rigovisor que generó una conciencia respecto de la formación y permitió la movilización para generar el Instituto Politécnico, una escuela técnica que formaba y capacitaba a los alumnos para trabajar en las empresas. Y también, en las primeras expresiones de cultura en cuanto a los talleres que hacían, acá se marcó el inicio de la Secretaría de Cultura que, en ese momento era la Primera Dirección de Cultura a cargo del maestro Narizzano. Del Ateneo Rigovisor surgen aquellos artistas plásticos que hoy son de referencia para la cultura local, así, el maestro Narizzano se refleja en varias escuelas de cultura que llevan su nombre y donde se lo recuerda por su capacidad como artista plástico, grabador, acuarelista y porque era un maestro de maestros que generó e impulsó talleres para niños, adultos y acompañó a la formación de muchos artistas plásticos de Berazategui”, dijo la directora.

El Ateneo Rigovisor contó con expresiones del reconocido tallador Francisco Ragas, el escultor en bloques de vidrio Félix Berdyszczak y la vitralista de prestigio internacional Lucrecia Moyano. “Más allá del gran caudal de obreros que trabajaban en la empresa, al mismo tiempo, fueron generándose calificaciones en las personas para poder desarrollar otros aspectos. Ahí está el valor del Ateneo, el criterio empresarial de Rigolleau no se quedó con la mera producción de utilitarios (platos, botellas, tasas, etcétera), sino que formó verdaderos artistas desde su sección de la Cristalería en diseño y talla. Hablamos de un valor agregado porque la producción de la firma en cristalería fina ha sido importantísima, con reconocimiento y premios internacionales. Allí se fabricaba un producto utilitario y, al mismo tiempo, una producción artística que lamentablemente en el presente no se continúa porque a lo largo de los años la firma pasó por distintas empresas que no siguieron el criterio de trabajo de la sección artística”, aportó la encargada.

León Rigolleau fue un hombre elegante, trabajador de buen trato que siempre buscó ayudar a sus obreros para que superaran sus necesidades. Según señalan las expresiones de algunos empleados de la fábrica de esa época, se sentía en una empresa que era como una gran familia. Este hombre ayudó y apadrinó instituciones de bien público como el cuartel de bomberos voluntarios, una sala de primeros auxilios, la creación del Policlínico del Vidrio o la construcción de la parroquia de la Sagrada Familia.

Nota publicada en AreaUrbana 34

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José Abel Autor

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