Daniel Schávelzon es Director del Centro de Arqueología Urbana de la UBA, compartió con AreaUrbana cómo es el rol de un arqueólogo en la construcción de obra pública, qué desafíos tiene en este área y cómo podría convertirse en una ciencia superadora a la hora de mejorar la infraestructura de las ciudades.
¿Cómo es el trabajo que realiza un arqueólogo en la ciudad y de qué manera se podría incorporar más la arqueología en este campo?
Hoy muchos arqueólogos trabajan activamente en Buenos Aires y es una disciplina reconocida por las instituciones del Estado, así como por los propietarios de los terrenos y las empresas, aunque a veces se generen conflictos. Para involucrar más a los arqueólogos en la ciudad se necesitaría que las instituciones se involucren más allá de los intereses políticos, con medidas concretas, financiamiento y eficiencia. Hemos tenido casos en los que se demoraron casi 3 años en poner un sello que diga “sí” y que habilite nuestro trabajo.
Es cierto que hay lugares del país donde se trabaja más ágilmente, pero en general la burocracia genera inconvenientes que terminan por demorar o suspender las obras. Asimismo, está presente el desafío del crecimiento de las obras públicas y privadas, no solo de infraestructura sino de tendido de cables e Internet. Cada vez que se construye ese tipo de obra que ocupa mayor cantidad de metros cuadrados, amplía el campo de acción y se nos hace casi imposible dar seguimiento y relevar. Si bien toda obra debería contar con un arqueólogo para evaluar y estudiar la situación antes de decidir si vale la pena investigar o no, en la práctica no suele darse de esta manera.
En tu reciente charla organizada por CAI comentabas que la Ciudad de Buenos Aires podría haber sido como Venecia, ¿a qué hacías referencia concretamente?
Hasta principios del SXX, un sector de la Ciudad de Buenos Aires tenía un nivel muy bajo y se inundaba de forma permanente. Esos casos podían resolverse de distinta manera: rellenar todo y levantarlo (como se hizo en nuestra ciudad) o dejarlo así y optar por circular en bote como en Venecia. Son distintas soluciones para la misma realidad.
En nuestro caso, las zonas bajas eran terrenos con estas características. Me refiero a la zona del Riachuelo que va desde La Boca hasta General Paz. Son enormes extensiones de tierra baja que se rellenaron con basura para habilitar los negocios inmobiliarios. Se optó por el negocio privado, con el aval del Estado, en vez de desarrollar un modelo de ciudad como se hizo en otras ciudades. En Venecia también se podrían haber rellenado y asfaltado. Nunca hay un único camino trazado. Otro ejemplo fue el entubamiento de los arroyos, el reemplazo de los empedrados por asfalto, que le quitó capacidad de absorción a las calles. Las inundaciones, producto de esa decisión, derivaron en que el agua termine donde vive la gente de menos recursos. Esto habla de la ausencia del Estado.
En la charla también comentabas que debajo de la ciudad hay muchos túneles, ¿con qué objetivo se hicieron?
Hay muchos tipos de construcciones subterráneas, desde las pocas que se hicieron como sistema defensivo allá por los siglos SXVII y SXVIII -muy común en las ciudades de América Latina y que se trataba de 100 metros como para poder escapar en situaciones de ataque- hasta los típicos sótanos de nuestros antecesores que los usaban como almacén -por su humedad- o como cisternas para guardar agua cuando no disponían de agua corriente. Varios de los usos del subsuelo ya fueron resueltos por la tecnología, y cuando excavás no hay forma de identificar que no hubo pozos en esos sitios. Nada desaparece, siempre queda una evidencia, pero hay que saber descubrirla. En Argentina no nos caracterizamos por una gran política de conservación del patrimonio, y esto no se debe únicamente a una falta de recursos, sino también a la falta de políticas de conservación.
¿Cómo trabaja la arqueología en otros municipios del país?
Yo me especializo en Capital Federal, pero sé que hay otras ciudades en las que se trabaja mucho, por ejemplo hay experiencias superadoras en el Municipio de Quilmes, que dispone de un equipo arqueológico con un área exclusiva y su propio edificio. En otros municipios se hace poco y nada, y las prioridades van cambiando de acuerdo a los intereses políticos, con lo cual no hay continuidad. Quilmes es un gran ejemplo porque se viene trabajando hace más de 15 años y eso es mucho para nuestra realidad. En su época, la gente de Quilmes empezó a excavar el Atreo de la Catedral que era el lugar donde se había enterrado a la población de indígenas de la zona (los quilmes) y por cuestiones que nunca se conocieron, el proyecto quedó a mitad de camino y se cementó el piso. Al menos se hizo la mitad, pero no se pudo terminar.
Otro caso es el de la Provincia de Santa Fe, incluso en Rosario, donde se trabaja con buena arqueología desde la Universidad del Litoral, que es la entidad que impulsó la excavación de la manzana de alrededor de los Tribunales y fue un trabajo significativo y bien hecho. Todo comenzó porque se estaban realizando obras y aparecieron cosas, por eso se decidió que los arqueólogos investigaran. En realidad es obligatorio que esto sea así, pero a pesar de ello, el propietario no siempre financia el trabajo de investigación.
Por todo esto, la mayoría de los grandes trabajos arqueológicos del país son resultado de esfuerzos individuales o de pequeños grupos. Además, en el imaginario porteño existe la idea de que si entran los arqueólogos a tu terreno te van a generar retrasos. Hay un solo caso en la historia de Buenos Aires en el que se paró totalmente una obra.
En la práctica, ¿cómo interviene el arqueólogo en una obra?
La ley dice que la empresa tiene que subcontratar un equipo de arqueología. Supongamos que lo hace, ese equipo resuelve el costo con la empresa. El arqueólogo debe estar en el inicio del proyecto, cuando se hace el pozo, hasta el primer metro. Luego se aprovechan esos túneles para ingresar y salir, y existen algunos espacios paradigmáticos que quedan a lo largo de los años, como el famoso Zanjón de Granados, que se puede visitar y tiene una gran proyección turística. Además, existe un registro nacional de arqueología que indica que para operar siempre hay que pedir un permiso a la municipalidad que corresponda y luego se entregan los objetos encontrados al Estado, y pasan a ser de su propiedad para estudiar los hallazgos y confeccionar un registro público.
¿Cuáles son los problemas más frecuentes con los que se encuentra un arqueólogo?
La falta de dinero es el mayor problema y los sueldos no son adecuados. También el equipamiento, porque los propios organismos no cuentan ni con personal disponible ni con espacio para que funcione como depósito. A esto se le suman los problemas administrativos y legales y la falta de costumbre. En otros países del mundo la arqueología es una actividad regular. En Argentina, si pedís un permiso para construir en tu casa, lo resolvés con un trámite digital muy rápido. En cambio, en Noruega se demora 7 años en obtener el permiso. Esto sucede porque ese es el tiempo que tardan en efectuarse correctamente los estudios arqueológicos que te permiten construir o demoler. De la misma manera, en el norte de Europa valoran la antigüedad de una propiedad, mientras que acá sucede lo contrario.
¿Cómo está Argentina en materia arqueológica respecto de otros países?
Bien y mal. La Argentina vivió una ideologización muy fuerte en el campo de la ciencia y eso se nota mucho en la arqueología. En los últimos 15 años otros países de la región avanzaron de forma acelerada, como Brasil o Bolivia, que tienen casos de arqueología urbana y la han realizado con poco dinero, pero de manera constante. Entendieron que es un recurso turístico y cultural. Nos sacan ventaja. En otras épocas estuvimos más avanzados que ahora.
¿Podrías mencionar alguna intervención arqueológica que se haya realizado en el exterior y que sea ejemplar para los arqueólogos locales?
Buenos ejemplos de arqueología hay en ciudades como Montevideo y Colonia (Uruguay), en Santiago de Chile (Chile) y en Porto Alegre (Brasil).
¿Qué tipo de capacitaciones reciben los arqueólogos para estar a la vanguardia? ¿Hay intercambios entre los distintos profesionales del país?
En la actualidad hay una serie de posgrados en varias carreras, aunque la de arqueología tiene fuertes falencias. Aún hoy se polemiza sobre cuestiones que el mundo ha superado hace decenios. Existen arqueólogos que, sin dudas, están a la vanguardia y tienen reconocimiento internacional. Otros, en cambio, lo rechazan y quieren una arqueología diferente, lo que se llama “arqueología de barricada” que, obviamente, rechaza lo que sucede en el exterior. La “brecha” también está aquí. Hay quienes llegan a plantear que ni siquiera habría que leer o citar libros que no sean nacionales. El tiempo dirá…