La hipertrofia bonaerense por Andrés Malamud

Si la provincia de Buenos Aires se dividiera en cuatro, los fragmentos constituirían las cuatro provincias más pobladas del país. Esa es la magnitud de la hipertrofia bonaerense: cuadruplica demográficamente, y pronto quintuplicará, a la segunda provincia argentina. No hay desproporcionalidad semejante en el mundo.

Esa hipertrofia tiene tres consecuencias negativas: opacidad, ineficiencia e inestabilidad. La opacidad y la ineficiencia perjudican a los bonaerenses; la inestabilidad, a todos los argentinos.

La opacidad resulta en la imposibilidad de monitorear al gobierno bonaerense. La Plata constituye un gigante burocrático que los ciudadanos conocen mal y controlan peor. Tampoco existe un mercado de medios que alimente una esfera pública provincial: Buenos Aires tiene dieciséis millones de habitantes y ningún medio de prensa que investigue a su gobierno y lo obligue a rendir cuentas.

Además de opaco, el gigantismo bonaerense provoca ineficiencia. En una superficie como la de Italia se distribuyen 135 municipios heterogéneos, con poblaciones desde 2000 hasta 1.800.000 habitantes. La superposición inconexa de veinte áreas administrativas –entre ellas, 25 regiones educativas, 18 judiciales, 12 sanitarias y 8 electorales– agrega complejidad en vez de reducirla. Y dificulta la coordinación en vez de facilitarla. La fragmentación también es territorial y social. En el conurbano, que ocupa el 1 por ciento del territorio, viven dos tercios de los bonaerenses. Además, el conurbano norte y el conurbano sur están divergiendo. El contraste entre villas y countries refleja esa polarización social. En el interior prevalecen los pueblos chacareros y las ciudades medias con identidad propia.

La hipertrofia bonaerense provoca un tercer efecto negativo, pero este es nacional: la inestabilidad política. Y no se debe tanto a la intención de hacer daño como a la incapacidad de evitarlo. Contra las expectativas de sus gobernadores, Buenos Aires no pone presidentes. Pero la influencia de la provincia sobre la política nacional existe y se manifiesta por la negativa: Buenos Aires, cuando se enoja, saca presidentes.

Gobiernos nacionales y bonaerenses intentaron neutralizar la hipertrofia con medidas compensatorias, pero han carecido de eficacia.

Es hora de cuestionar la unidad de Buenos Aires. Para dividirla no hace falta reformar la Constitución. Si se partiera en dos, la frontera se ubicaría entre el conurbano y el interior. Así, la provincia metropolitana contaría con 11.000.000 de habitantes, mientras la provincia rural albergaría a 5.000.000. Para disminuir el gigantismo del conurbano, este también podría subdividirse en dos o tres provincias que eventualmente incorporasen algún municipio adyacente del interior.

La homogeneidad de las nuevas provincias justificaría la instalación de legislaturas unicamerales, ya que no existirían desequilibrios demográficos o territoriales que compensar. A la vez, unidades más pequeñas facilitarían el proceso de descentralización hacia los municipios, que asumirían mayores atribuciones de recaudación y gestión. Por último, los partidos políticos se beneficiarían ante la posibilidad de regenerar sus vínculos con la sociedad.

Andrés Malamud: Politólogo (UBA) y doctor en Ciencias Sociales y Política (Instituto Universitario Europeo).

Nota publicada en AreaUrbana 68

  Compartir en:

José Abel Autor

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Gracias por su comentario !