En Argentina, 3,8 millones de hogares sufren un déficit habitacional de acuerdo con la Asociación civil por la igualdad y la justicia (ACIJ). Esta problemática requiere una solución que contemple tanto el diseño como la implementación de políticas de vivienda, las que constituyen un punto clave para revertir las desigualdades actuales.
El proyecto GEF (Fondo del Medio Ambiente Mundial por sus siglas en Inglés) “Eficiencia Energética y Energías Renovables en la Vivienda Social Argentina”, tiene como objetivo, contribuir a la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro país, mediante o a través de la disminución del consumo de energía en la vivienda social. A partir del año 2020, se estableció en la Resolución 59/2019 del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Viviendas, que todas las viviendas construidas con fondos del Estado, deben presentar para su aprobación, el cálculo del Índice de Prestaciones Energéticas mediante la utilización del Etiquetado de Viviendas. Esto permite incorporar estándares mínimos de eficiencia energética no sólo en los equipos que se instalen en dichas viviendas, así como también en los sistemas constructivos que se utilizan.
Tal es el caso del proyecto de la erradicación de El Pozo en Godoy Cruz, Mendoza. El Pozo era una depresión que funcionaba como depositario de residuos urbanos del municipio, tanto por parte de las personas como de las empresas cercanas. Esto generó un asentamiento de familias que vivían en ese lugar y recolectaban residuos como metal, cartón, vidrio y plástico para vender.
En noviembre de 2018, con el propósito de sanear del lugar a raíz de la detección de una concentración de enfermedades peligrosas para las personas que vivían allí, el municipio de Mendoza cortó la evacuación de residuos y comenzó con un proyecto de reubicación de familias en viviendas sociales construidas con tecnología que permitiera hacerlo en el menor tiempo posible. Se buscó no sólo llevar a cabo un proyecto constructivo, sino también uno social, permitiendo asegurar a la comunidad una continuidad en su forma de sustento.
Se buscaron distintos métodos de construcción para definir el camino más veloz para realizar la gestión, y el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) de Mendoza aprobó un sistema de construcción no tradicional con la utilización de paneles de poliestireno para las paredes y paneles de poliuretano para las cubiertas de las viviendas. Complementando técnicas de construcción tradicionales y de construcción en seco, se construyeron un total de 120 viviendas en menos de 6 meses.
Lo más interesante del proyecto del Pozo no fue simplemente el hecho de la velocidad de gestión sino que durante el montaje de las viviendas, se puso en práctica un programa de capacitación de familias para que ellas mismas trabajaran en la construcción. Se terminaron constituyendo 8 cuadrillas a las cuales el municipio brindó herramientas para el trabajo. Hoy en día, muchas de esas personas continúan realizando el oficio, por lo que el proyecto tuvo un impacto social positivo.
La técnica de uso de paneles termoaislantes de poliuretano (PUR) y poliisocianurato (PIR), comúnmente denominados paneles sándwich, consiste en la utilización de placas fabricadas con láminas de metal “rellenas” con estos materiales. El poliisocianurato destaca por su mayor protección en caso de incendios a comparación de materiales utilizados en construcciones tradicionales y ambos materiales cuentan con un alto poder termoaislante, propiedades de capa barrera de vapor y humedad, consiguiendo así que las construcciones que los utilizan, logren ofrecer un considerable confort térmico, eliminando condensaciones interiores, reduciendo el uso de sistemas de ventilación extra y logrando una mayor eficiencia energética en las estaciones de invierno y/o verano.
Hoy en día los gobiernos deben pensar en los beneficios que llevan a la sociedad cuando se eligen materiales de construcción en seco para las viviendas sociales. No se trata solamente de garantizar una mayor seguridad a estas viviendas -debido a las capacidades de resistencia al fuego de los paneles de poliisocianurato, por ejemplo-, sino también de la reducción en el impacto ambiental, dado que las construcciones son más limpias, se ahorra un 100% de agua, y el ahorro energético mensual que se obtiene debido a la termoaislación es de hasta aproximadamente un 73%. Esto último, también se traduce en un beneficio para el Estado, quien hoy en día subvenciona una gran parte de los servicios eléctricos y de gas.
Se están llevando a cabo y analizando proyectos de viviendas sociales en todo el país y el replanteo de los métodos utilizados en dichas construcciones resulta indispensable para asegurar que la inversión sea la más conveniente en la ecuación costo-calidad. En tiempos de escasez de recursos naturales y clamor por la sostenibilidad, los sistemas de construcción con tecnologías de paneles termoaislantes transforman una obra tradicional hecha con mampostería en una construcción más productiva y sustentable haciendo uso racional de la energía y beneficiando a quienes construyen la obra, a los que la ocupan y al planeta.