Hijo y hermano de artistas, Tomás Aristimuño se hace camino en la música y ya cuenta con dos discos editados. Nació en Choele Choel y, antes de mudarse a Buenos Aires, vivió en Luis Beltrán y Viedma.
La familia Aristimuño está atravesada por el arte. Tomás es uno de los cuatro hijos de Hugo, secretario de Cultura de la provincia de Río Negro y fundador de 16 teatros a lo largo del tiempo, la mayoría de ellos en la Patagonia. En Luis Beltrán, donde Hugo y los suyos vivieron durante un buen tiempo, aún está el teatro El Galpón, del grupo Libres, en un espacio que era de una maderera. Tomás es el menor y, al igual que sus hermanos Lisandro y Rocío, y sus primos, se dedica a la música. María Luz, la mayor de los cuatro, estudió cine y trabajó en producción.
“Nací en Choele, en el ´86. Mi familia vivía a 14 kilómetros, en Luis Beltrán, pero el hospital de Choele era un poco mejor. Ese camino, entre un pueblo y otro, es muy lindo, es una ruta de chacras, donde hay peras, manzanas, membrillo, tomate. Es el Valle Medio del Río Negro. En otoño es hermoso: hay corredores de álamos, muy útiles para cubrir a las cosechas del viento. Es muy lindo el amarillo de los álamos”, explica Tomás, que ya editó dos álbumes: Verde árbol (2011) y Mortal atrás (2014).
Cuando el más chico tenía seis, los Aristimuño se mudaron a la capital provincial, Viedma. “Del otro lado del Río Negro, está Carmen de Patagones, al extremo sur de la provincia de Buenos Aires. Mucha gente que vive en una de las dos ciudades, trabaja en la otra”. Allá, Tomás jugaba al fútbol y al rugby, un deporte que siguió practicando en la capital argentina.
“La provincia es muy grande, hay de todo. En el este, está el mar, la desembocadura del Río Negro. Es hermosa la naturaleza, con el río a cinco cuadras de tu casa. Íbamos a dormir la siesta ahí. Desde hace algunos años hay universidad pública, antes todos se iban a Bahía Blanca, La Plata o Buenos Aires. Yo fui a Buenos Aires, mis hermanos ya estaban ahí”, le cuenta el cantautor a AreaUrbana.
¿Conocías Buenos Aires?
Había venido algunas veces, mis tíos y primos ya vivían en la ciudad. Lo que más me llamaba la atención de Buenos Aires era ser más invisible, más anónimo, no tener encima el ojo atento del pueblo. Al principio me costó un poco adaptarme, había días en que no quería saber nada, si me tomaba el subte en la dirección equivocada ya me frustraba. Estudié periodismo, luego orientado a deportivo. Siempre me gustó la oferta cultural de la ciudad, es muy variada. Hoy en día busco que Buenos Aires sea un hogar para músicos de otros lugares, que los espacios culturales se abran a recibir artistas de distintas provincias del país.
A pesar de terminar la carrera, Tomás nunca ejerció el periodismo, desencantado con “la lógica de las pasantías, la bajada de línea y el no poder firmar notas”. Actualmente realiza un taller de composición en el conservatorio Manuel de Falla, con el docente Ricardo Capellano. Aunque ciertos conocimientos prácticos ya los trae del hogar: “En mi casa siempre hubo mucha música. Lisandro ensayaba en el garage de la casa, mi viejo siempre tocaba algo en los asados, mi hermana también. Había varios instrumentos, desde guitarras criollas hasta un charango o un cuatro venezolano. Y hace un tiempo mi hermano instaló un estudio, ahí uno aprende también de producción y de mezcla”.
¿Existe la influencia del entorno en que uno crece al momento de la creación artística?
Creo que la gente lo recibe de cierta manera, pero yo no pienso mucho en eso. Algo debe tener que ver. Tal vez el primer disco tiene referencias más fuertes a mi lugar. Igual no se puede escapar a eso, es algo inconsciente. Mis viejos y mi hermana más grande siguen viviendo allá. Algo que extraño es el horizonte, es una imagen que no tenés en Buenos Aires.
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