“El suelo es un bien escaso y es obligación del Estado regularlo”

Una mala planificación territorial acompañada de una nula gestión del suelo conlleva inminentemente un “horror de caos de tránsito y donde todo está alejado”, según explica el consultor en Sostenibilidad y Desarrollo Territorial, Martín Sánchez. En un análisis de la situación de la provincia de Mendoza y el país en general, detalla por qué es importante la “plusvalía urbana” para financiar el desarrollo y la infraestructura urbana local.

¿Cómo definiría lo que son las economías regionales y las economías urbanas?

Hablar de economía regional implica referirse a todo el aparato productivo que tiene una región, es decir, una metrópolis, una provincia, un grupo de provincias, o una región transnacional. Hablamos de sistemas productivos regionales, que en algunos casos son primarios, el poroto de soja, la extracción minera, la caña de azúcar, la producción de frutas; y en otros casos, industrializados, es decir, que han desarrollado una cadena de valor sobre algún producto primario. Por ejemplo, fabricar baterías de litio además de extraerlo, construir placas fotovoltaicas además de extraer el silicio, producir aceite o galletas de soja, o elaborar productos farmacéuticos derivados de alguna planta. En cambio, la economía urbana tiene que ver más con la dinámica de las ciudades, con la producción de suelo urbano y su ciclo inmobiliario. Se refiere al proceso que va desde la transformación de suelo rural en suelo urbano hasta la consolidación de la urbe como tal. Estos procesos son complejos y según cómo se desarrollen pueden dar ciudades más compactas y densificadas o más dispersas y difusas; las primeras se dan a la medida del peatón mientras que las segundas se gestan a la medida del automóvil particular.

 

¿Qué ve como aspectos positivos y negativos de las “ciudades de los 15 minutos”?

Es un experimento interesante en cuanto a lograr tejido social, ciudadanía, calidad de vida. De algún modo, volver a la ciudad del siglo XIX, donde uno transitaba por sus calles y se encontraba con los vecinos, los conocía, los saludaba, conversaba, “perdía” un momento de su tiempo para ganarlo dedicándolo a la vida social. Tener todo cerca implica poder usar la bicicleta o ir a pie, lo cual también es saludable. Me parece que esa es la principal ventaja. Es factible en ciertos tejidos urbanos consolidados, pero en ciudades dispersas, difusas, esto se hace imposible porque todo atenta contra ello. Allí no funciona y no queda otra que subir al automóvil para ir al almacén más cercano.

 

¿Qué implica una expansión desmedida de una ciudad? ¿Cómo se podría trabajar en expansiones más adecuadas?

Las expansiones desmedidas surgen de una mala planificación territorial y una nula gestión del suelo. Mal que le pese a los libertarios, no se puede desregular todo. El suelo es un bien escaso. No se trata de un mercado competitivo. Y es obligación del Estado regularlo en función de lograr el orden del territorio y propiciar el bien común. La ciudad del siglo XIX era una ciudad disfrutable, caminable, la ciudad del flâneur de Benjamin. Uno salía a la calle, caminaba unas cuadras, compraba algo en la verdulería, tomaba un café mientras conversaba con alguien, era otra cosa. El cambio de paradigma —influenciado por el movimiento moderno, Robert Moses y las autopistas— trajo aparejada una ciudad sin tejido, hecha a la medida del automóvil particular y de la especulación del suelo. Terminó siendo un horror de caos de tránsito y donde todo está alejado y sitiado.

 

Respecto al hábitat y vivienda, ¿por qué cree que habría que dejar de subsidiar la oferta y comenzar a subsidiar la demanda?

El modelo de subsidio a la oferta, tan desarrollado en Argentina durante años, demostró ser un fracaso. Nunca se llega a solucionar el gran déficit habitacional que tenemos, además de generar engendros de barrios sin personalidad con filas de casas todas iguales unas a otras y en la mayoría de los casos ubicadas en zonas periféricas o alejadas de los centros urbanos, con los costos que eso genera, tanto en la economía urbana y en las cuentas de los estados subnacionales, como en el bolsillo del vecino que allí vive. Por esa razón, creo que es conveniente avanzar hacia un modelo de subsidio a la demanda. Es decir, que vaya directamente a la familia, al sujeto necesitado del subsidio, a fin de que, en el mercado inmobiliario, sea el propio interesado el que busque y encuentre la vivienda más adecuada a sus alcances y necesidades, tome un crédito en un banco a elección a tasas razonables —otra cosa a resolver en la Argentina— y pueda comprar su casa. Todo esto, claro, con la debida gestión del suelo por parte del Estado local o subnacional, sino no funciona.

 

¿Cuál es su visión sobre el modelo ABC (ahorro, bono y crédito)? 

El modelo ABC ha demostrado funcionar bien en otros países de América Latina. El problema está cuando se desregula el suelo también y no hay un ordenamiento territorial y una gestión del suelo que limite el área urbana. Se terminan ofreciendo productos baratos en las afueras, en áreas suburbanas, con los consecuentes altos costos para la economía local, tanto para el Estado local, que debe asistir a esos vecinos con agua potable, recolección de residuos, alumbrado, transporte, etc., como también para el propio vecino y su familia, al cual se le encarece todo su costo de vida, fundamentalmente por la incidencia del transporte personal y la logística de bienes y servicios. El sistema para que funcione tiene que estar completo: una buena gestión del suelo por parte del Estado, un mercado inmobiliario sólido, el sistema ABC, posibilidad de acceso al crédito a tasas accesibles y previsibles. Las cuatro cosas tienen que estar… Si no hay gestión del suelo, el sistema no cierra.

 

Como consultor para OUDOT (Oficina de Urbanismo, Desarrollo y Ordenamiento Territorial) en Luján de Cuyo, ¿qué proyectos/obras considera prioritarios para la ciudad?

Luján de Cuyo ha avanzado mucho en estos últimos ocho años, con ambas gestiones, y se ha posicionado como la capital turística de Mendoza, ofreciendo servicios relacionados con la vitivinicultura y la gastronomía fundamentalmente, de muy alto nivel y para todos los gustos, con vistas inigualables a la Cordillera de los Andes, las cuales no tienen todos los departamentos del Gran Mendoza. La puesta en valor del espacio público fue el principal “caballito de batalla” de ambas gestiones. Eso se ve en el territorio y ha agregado mucho valor a bienes y servicios locales. Luján está muy bonito y la gente quiere venir a vivir y a pasear aquí. Eso es bueno para nuestra economía y para el desarrollo local.

Ahora viene la etapa de ordenar el territorio. Se ha trabajado en estos años en ese sentido, pero no alcanza. Se debe limitar el área urbana, controlar la expansión y dejar de sacrificar suelos productivos. La gente quiere venir a ver atardeceres con viñedos y montañas, no chalets… Lo que pasa en Luján de Cuyo no es ajeno a lo que pasa en el Gran Mendoza y yo ya lo he señalado desde hace tiempo. Mendoza, después del terremoto de 1861, renació como una ciudad ejemplar en materia de sostenibilidad. Un siglo después se convirtió en el ejemplo de lo que no se debe hacer en materia de desarrollo urbano sostenible.

 

¿Qué podría decir sobre la aplicación del Plan Provincial de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo en Mendoza?

Ni la Ley de Ordenamiento Territorial ni la del Plan Provincial han solucionado el problema que tiene el territorio mendocino, principalmente el Gran Mendoza. Al territorio lo sigue rigiendo un decreto ley del año 1979 que es la llamada ley 4341 de loteos. Esa es la ley que regula verdaderamente el territorio provincial. Uno puede generar una urbanización en el medio de la montaña, ya que los municipios solo opinan al respecto, pero la última palabra la tiene el Consejo de Loteos provincial. Hace falta una nueva ley de gestión del suelo que reemplace a la 4341, considerando que son los municipios los que deben poder resolver hasta dónde se extienden con el área urbana y de qué modo van creciendo. Eso les permite ir captando, en cada expansión, la llamada “plusvalía urbana” y utilizarla así para financiar el desarrollo y la infraestructura urbana local.

¿Qué temas vinculados a territorio, vivienda y afines considera que debería ponerse en agenda?

Para el neoliberalismo, la planificación del desarrollo es una mala palabra. Si uno lee el DNU 70/2023 se da cuenta que allí no hay espacio para la planificación; se trata de un universo totalmente desregulado. Se deroga la ley de tierras, la ley de manejo del fuego, entre otras. La planificación debe servir para orientar el desarrollo. Además, debe servir para gestionar los riesgos en tiempos de incertidumbre como los que nos tocan. El Estado debe actuar con liderazgo, como un catalizador de la economía y del desarrollo social. Debería haber una secretaría de Estado o una agencia dedicada a la planificación estratégica territorial, dependiente directamente de Presidencia que marque lineamientos generales, estrategias, objetivos, metas, políticas de Estado; después cada área se tendría que encargar de lo suyo. Creo que habrá que esperar otros tiempos, un nuevo cambio de ciclo para algo así. O mejor aún, poder salir del péndulo argentino -de Diamand- y desarrollar políticas de Estado avaladas por todos los sectores, que sería lo ideal. El gran problema argentino es el desequilibrio, el enfrentamiento estéril y la desmesura. Eso es lo que debemos superar verdaderamente y realizar grandes acuerdos entre todos los sectores, más allá de las posturas políticas, si queremos avanzar en caminos que nos conduzcan al desarrollo.

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José Abel Autor

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