Transforman basural en polo educativo y deportivo

Donde hace cinco años había un enorme basural a cielo abierto, hoy funciona un polo educativo, de capacitación y deportivo que brinda posibilidades de desarrollo a más de 5.000 familias que viven en el barrio Villa Jardín, del partido bonaerense de Lanús.

El espacio de 20 manzanas ubicado junto al Riachuelo y en el límite con la Ciudad de Buenos Aires, era un antiguo predio de fabricaciones militares que desde hace años era utilizado como depósito informal de desechos y desperdicios. Constituía un foco de infección para los vecinos de la zona, pero hace cinco años que la zona vivió una profunda transformación. En la actualidad, el lugar cuenta con una escuela primaria bilingüe municipal, otra secundaria, un jardín maternal, un Nido (Núcleo de Inclusión y Desarrollo de Oportunidades), un polideportivo y un banco. “Villa Jardín es un barrio popular donde la mayoría de las familias no accede a los servicios básicos”, sostiene Damián Sala, secretario de Educación, Empleo y Deportes del municipio de Lanús. El funcionario explica que todo comenzó hace más de cinco años, durante la campaña electoral. “Con Néstor Grindetti -actual Intendente de Lanús- empezamos a pensar planes de Gobierno e ideamos esta propuesta en el marco de un conjunto de acciones para mejorar el barrio. Generamos un compromiso frente a los vecinos”, destaca. En 2015, Grindetti ganó las elecciones en el partido del conurbano y se consagró intendente. A partir de ahí, desde el municipio se empezó a trabajar el proyecto junto a las jurisdicciones provincial y nacional, dado que el diseño requería desembolsos de varios niveles de gobierno.

El Puente Olímpico

Además de proponer edificaciones para brindar espacios educativos y deportivos a los pobladores de la zona, también decidieron construir, a escasos metros del polo educativo, el Puente Olímpico, que une a la provincia de Buenos Aires con el barrio porteño de Villa Soldati. “Ese proyecto tenía más de 50 años y era muy importante para todo el distrito”, expresa Sala. En la plataforma, inaugurada en 2018, circulan diariamente 19.000 vehículos particulares y cuenta con un paso peatonal y otro para bicicletas. El tramo consta de 150 metros de extensión conectado, cruza el Riachuelo y, con dos carriles en cada sentido, permite llegar a la Ciudad de Buenos Aires en la mitad de tiempo que se empleaba antes. Antes de la ejecución del puente, había más de 6,5 km kilómetros de extensión sin conexiones en el medio entre Puente La Noria y Puente Alsina. A su vez, el Olímpico mejoró la conectividad interbarrial porque conecta el centro de Lanús con la autopista AU7 Cámpora y, a través de esta autovía, se empalma con las autopistas 25 de Mayo, Perito Moreno y/o Dellepiane. Esto posibilita que haya un acceso directo tanto al centro porteño, como a la autopista del Oeste y a la Ricchieri en dirección a Ezeiza.

Jardín maternal, primaria y secundaria

Un punto clave del polo fue la construcción de una oferta educativa formal. Para la edificación de ambos establecimientos, decidieron reutilizar las estructuras de la ex fábrica militar, lo que permitió bajar costos en infraestructura. En este sentido, en 2018 el municipio terminó las obras de los espacios educativos secundario y maternal. A la escuela secundaria asisten 300 chicos y al jardín maternal 40. “Estamos convencidos de que la educación era y es algo importante para generar progreso en el barrio y para que los chicos puedan adquirir educación de calidad en un contexto adecuado”, asevera Sala, quien en marzo pasado inauguró junto a las autoridades locales la primera escuela municipal bilingüe a la que asisten 30 niños que van a primer grado. El titular de la cartera de Educación municipal aclara que a medida que pasen los años se abrirán los cursos siguientes. Para 2021 estiman sumar dos primeros, debido a las “buenas expectativas” que hay. “La posibilidad de ir a una escuela bilingüe pública generó una alta demanda en la zona”, agrega Sala y recuerda: “Lo que hicimos fue combinar con el Instituto Cambridge para certificar el idioma inglés”. Asimismo, añade que cada chico tiene su propia tablet.

El objetivo es darle una opción educativa cercana a las familias del lugar. “Aunque el municipio no tiene a cargo la educación, porque eso lo coordina la administración provincial, nuestra idea fue crear una escuela de calidad que sirviera de ejemplo para el resto de los establecimientos. Además, nos dio la posibilidad de demostrar que el municipio puede generar este tipo de propuestas. La consecuencia fue que tanto las familias del barrio, como las de las zonas aledañas empezaron a querer mandar a sus hijos acá”, resalta. A su vez, como parte de la propuesta educativa, esperan construir un jardín de infantes en el predio. “Ahora tenemos un jardín maternal, una primaria y una secundaria. La idea es completar el círculo con toda la oferta educativa”, plantea.

Nido Jardín y Polideportivo Islas Malvinas

A 300 metros de donde están las naves escolares, está el Nido Jardín. El espacio fue construido por el municipio y la administración nacional en una plaza abandonada que tenía peligro de usurpación. El lugar fue inaugurado en octubre de 2017 y requirió una inversión de 9 millones de pesos. “Es un espacio más informal, que nos permite brindarle a los chicos y jóvenes del barrio, talleres de computación, el programa Fin. Es, de finalización de estudios primarios y secundarios, talleres de empleabilidad y de huertas. A su vez, nos permite realizar un montón de acciones que no están vinculadas a la educación formal, pero que permiten incorporar a los jóvenes con distintas actividades”, señala Sala. Además de ser un espacio de contención para los jóvenes, en el centro se brindan talleres de oficios tradicionales a los que asisten anualmente más de 3.000 personas. Uno de los puntos fuertes del Nido son sus clases de programación y educación digital. “Muchos de los chicos que participaron de estas ofertas hoy están trabajando en empresas del sector, como Mercado Libre o Accenture”, enumera, quien añade que la mayor parte de los que participan de las actividades del centro son jóvenes de las zonas cercanas. También cuenta que el Nido está equipado con máquinas de coser industriales que “son utilizadas por cooperativas y particulares”.

Otra de las grandes innovaciones que vivió la localidad fue la transformación de la cancha de fútbol de tierra. En 2018 se inauguró el polideportivo de Islas Malvinas al cual asisten los chicos de la zona de forma gratuita para realizar sus entrenamientos. “Está en el corazón de Villa Jardín. La cancha de fútbol es sintética y también incluye un vestuario que es utilizado por los vecinos y las escuelas del barrio”, detalla Sala.

Nido: la clave del éxito fue la “escuchar” a la comunidad

“Fuimos flexibilizando el proyecto según las necesidades de la comunidad”, destaca Silvina Bonafont, Coordinadora del Nido Jardín desde 2017. “Cuando lo abrimos era muy estructurado y tenía que repetir lo que se había hecho en los Nidos de la Ciudad de Buenos Aires, pero la verdad es que no es la misma población ni el mismo barrio. Las necesidades y expectativas eran otras”, agrega.

La coordinadora recuerda que los primeros talleres no estaban orientados al barrio específico de Villa Jardín. “Querían que los chicos hicieran un CV o participaran de talleres digitales, pero no sabían utilizar las computadoras”. La funcionaria explica que el Nido venía con un “paquete armado” de lo que se hacía en otro lado. “Teníamos una grilla de talleres costosos, de edición, cine, fotografía y programación, pero los chicos no venían porque, tal vez, no podían entender los contenidos de los talleres. Necesitábamos bajar el contenido al barrio”. Entonces decidieron hacer algo diferente. Comenzaron a trabajar de forma estratégica y coordinada con los vecinos para vincularlos de forma participativa con el proyecto. “Una vez que la comunidad se apropió del espacio, pudimos innovar”, rememora. Además de que los cursos no estaban orientados a la comunidad, había otro inconveniente. La directiva explica que al principio muchas personas no se animaban a ir al centro porque tenían miedo. “Era una zona donde había mucha violencia y era peligrosa. Pudimos romper ese imaginario estando cerca y caminando el barrio”, indica Bonafont, quien desde hace varios años tiene presencia en la localidad, lo que ayudó a que los vecinos se animaran, de a poco, a asistir al Nido. “Haber trabajado en la sala facilitó que la gente se acercara, porque me conocía”.

Bonafont narra que en un comienzo fue frustrante, hasta que comenzaron a diseñar programas que abordaran desde “chicos” hasta jóvenes de 30. “Le damos lugar a todos. Para mí lo fundamental fue escuchar a la comunidad. Una vez que lo hacés, ella toma lo que tenés para decirle.  La gente empezó a acercarse, confía en nosotros y en nuestras propuesta, y les gusta”, sostiene.

En la actualidad, debido a la pandemia, el Nido brinda 34 talleres. El mayor énfasis está puesto en educación, empleo y jóvenes. La coordinadora se muestra orgullosa: “La gente viene a todo lo que proponemos y llenamos los cupos”. A su vez, añade que no solo se “perdió el miedo al barrio”, sino que se suman personas de otros distritos. “Estoy muy contenta. Lo más emblemático fue cómo, gracias al curso de programación, muchos jóvenes consiguieron empleo. Así el resto del barrio nos empezó a ver como un lugar de oportunidades y comenzaron a venir cada vez más chicos. Muchas personas volvieron al sistema educativo”. La mandataria describe el caso de un joven que fue a aprender peluquería y que luego instaló un local en el barrio. “No sabía qué hacer con su vida, no estudiaba ni trabajaba, y encontró este lugar. Le gustó la peluquería, fue por más y progresó”. Y agrega: “Buscamos un abordaje integral de la persona, planteamos que los chicos despierten el deseo de hacer algo y que encuentren una motivación. Quien busca una oportunidad, acá la encuentra”.

 

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José Abel Autor

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