Calidad de vida: ¿un concepto que cambia con los años?

El estilo de vida fue cambiando. La situación económica es un factor central pero no el único.
También hay otros determinantes decisivos que impactan en la modalidad de vida, como las condiciones de infraestructura, los cambios en las composiciones familiares y los nuevos hábitos y costumbres de los argentinos. ¿Cómo se refleja todo esto en la calidad de vida? Vamos a analizarlo paso a paso.

Las necesidades básicas permanecen en el tiempo, claro, y los datos relevados en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC en 2022 sirven de base para relevar situaciones relacionadas con las maneras de vivir en las grandes ciudades y en el interior del país. Muchas de estas características tienen que ver con situaciones socio-económicas que impactan en la modalidad de vida de las personas. Pero está claro que los 31 aglomerados urbanos del país presentan matices y variables bien distintas. Existen ejes estratégicos que determinan la calidad de vida en la que se encuentran los argentinos y parámetros que reflejan la situación actual de unos 9.893.000 hogares urbanos, que junto a especialistas de Fundación Tejido Urbano vamos a analizar en esta nota.

¿Cómo viven las familias argentinas? 

Los datos sobre los cuales la Fundación Tejido Urbano propone hacer foco establecen ciertos ejes que permiten profundizar la situación de los habitantes. Uno de ellos es el concepto de Hacinamiento crítico, que se produce cuando en los hogares viven más de tres personas por cuarto. Un dato relevante es que el hacinamiento ha ido descendiendo progresivamente, pasando del 2,7% en 2016 a 2,5% en 2019, 2,3% en 2021 llegando al 2,2% en el último registro del segundo semestre de 2022 (el 4,1% de los habitantes). Otro de los conceptos es el de saneamiento, relacionado a las las condiciones de vida de las familias argentinas está vinculada a la tenencia de baño y su ubicación (dentro o fuera del terreno). En este caso, el último relevamiento determinó que se han incrementado los hogares con saneamiento inadecuado en los últimos años, pasando de 11,5% en 2021 al 12,5% en la última medición registrada de 2022. Calidad de los materiales de la vivienda es otra variable decisiva, porque según el tipo de producto con el que se elaboró la estructura que cobija a las familias se establece la suficiencia o insuficiencia de su calidad. Los datos aseguran que 6,5% de los hogares (8,2% de las personas) reside en viviendas con materiales de calidad insuficiente. De éstos, el 12% son de calidad parcialmente insuficiente y el 81,6% de calidad suficiente. La proporción de hogares con calidad considerada suficiente pasó de 80,6% en 2016, a 80,1% en 2019 y 82,2% en 2021. Seguidamente, el acceso a los servicios públicos en los hogares es otra variable, se trata en este caso de las condiciones de suministro de agua corriente, gas y desagües cloacales. Los hogares con acceso a agua pública corriente representan el 90,1%, mientras que 9,9% no accede a ello. Desde 2016 esta proporción se mantiene prácticamente sin cambios sustanciales. Luego llegamos a las Condiciones de hábitat, este punto contempla el entorno en el que se asienta el hogar. El último registro detectó que 4,1% de los hogares habita cerca de un basural, y 6,5% lo hace en zona inundable. Respecto a las estadísticas de años anteriores se observa una disminución más notoria que en otros indicadores. Los hogares cerca de basurales bajaron, 7,1% en 2016, 6,6% en 2019 a 4,5% en 2021. Y en el caso de las zonas inundables pasaron de 11,2% en 2016, a 10,9% en 2019, y 6,7% en 2021.

En suma, del relevamiento total hay datos que son muy ejemplificadores y forman parte del mapa de calidad de vida de los argentinos:

  • 641.000 hogares (2.395.000 personas) residen en viviendas con materiales insuficientes.
  • 217.000 hogares (1.202.000 personas) tienen hacinamiento crítico.
  • 1.241.000 hogares (4.343.000 personas) carecen de condiciones de saneamiento adecuados (baño).
  • 225.000 hogares (752.000 personas) acceden a agua potable fuera de la vivienda.
  • 980.000 hogares (3.349.000 personas) no acceden al servicio de agua corriente de red.
  • 2.641.000 hogares (8.817.000 personas) no cuentan con desagüe cloacal de red.
  • 408.000 hogares (1.401.000 personas) viven cerca de basurales.
  • 647.000 hogares (2.253.000 personas) viven en zonas inundables.

Para comprender más a fondo qué significa toda esta información, Fernando Álvarez de Celis, Director Ejecutivo de Tejido Urbano, comienza por señalar que estructuralmente el indicador básico del concepto de calidad de vida es la cantidad de personas que viven por cuarto. Es decir: “entendemos que cada persona necesita un mínimo de espacio personal y un lugar apto para desarrollar su vida”, por eso se considera hacinamiento crítico a los hogares donde viven más de tres personas por cuarto. Si bien en el 84,9% de los hogares del país viven menos de 2 personas por cuarto, el 12,9% de viviendas tienen entre 2 y 3 personas por cuarto. El segundo indicador tradicional de calidad de vida es la calidad de los materiales de un hogar: es decir, si la vivienda está construida con “materiales nobles”, adecuados y resistentes, o con insumos inapropiados. Seguidamente a estos indicadores, llegamos al nivel de la infraestructura de la zona, en la que debemos considerar cuestiones tales como la cloaca y el agua potable. “No tener cloaca impacta 10 años en la expectativa de vida de las personas según la OMS”, remarca Álvarez de Celis. 

Luego, llegamos a la infraestructura urbana, que nos lleva a considerar condiciones de acceso y movilidad, es decir, por ejemplo, si en la zona hay calles de tierra o de asfalto. Si el barrio tiene basurales a cielo abierto cerca, si cuentan con servicios de salud, educación, transporte… y podríamos sumar el tema ambiental, considerando cantidad y calidad de los espacios públicos, calidad de aire y espacios verdes aledaños a la vivienda.

Todos estos ítems, con el plus adicional del acceso a la cuestión cultural, son los que resultan fundamentales para cubrir necesidades básicas y aportar calidad de vida. Y es por eso que las ciudades siguen siendo aún hoy las zonas con mayor densidad poblacional, porque las personas valoran toda esta disponibilidad de servicios e infraestructura en su entorno inmediato.

Pero para no caer en reduccionismo ni en equivocaciones, Álvarez de Celis remarca la necesidad de “separar ingreso monetario de cambios estructurales: porque la inflación puede llevarte a la pobreza rápidamente, sabemos que los ingresos son una montaña rusa en nuestro país, pero la calidad de vida estructural, con todos los ítems que venimos enumerando, no se resiente tan rápidamente, sino que es un tema que lleva años y tiene más que ver con la planificación”. Es decir, que cuando la calidad de vida o las necesidades básicas se ven afectadas por falencias estructurales, los factores no tienen que ver con la situación económica de las personas, sino que se trata de falencias en otro orden.

Régimen de tenencia de la vivienda del hogar

¿Propietarios, inquilinos u otros…? Es importante hacer un punto a parte para esta variable, que distingue justamente entre propietario de la vivienda y/o del terreno, inquilino u ocupante. En el último registro se relevó que el 60,9% de los argentinos son propietarios de la vivienda y del terreno; un 6,7% sólo de la vivienda; el 20,7% son inquilinos; 9,8% son ocupantes y el 2% en otras situaciones. Una mirada retrospectiva nos permite ver que hay una tendencia decreciente en la proporción de hogares propietarios, en favor de las otras categorías, en especial de inquilinos y ocupantes. La proporción de hogares propietarios pasó del 67,3% en 2016, a 63,3% en 2019, y 63,4% en 2021; con un fuerte aumento de los inquilinos del 17,7% en 2016 al 19,6% en 2021. La modalidad de ocupante pasó de 8,6% en 2016 a 8,9% en ese mismo período.

Parámetros que cambian con los años: ¿cuánto espacio necesitamos para vivir?

Los modelos de familia cambiaron, el acceso a la vivienda también, y todo esto generó modificaciones en las características de las viviendas. Cada vez es menos frecuente ver grandes casas con extensos metros cuadrados y espacio al aire libre en plena ciudad. Las dinámicas de vida moderna llevaron a reconvertir esos espacios en edificios de monoambientes o de dos ambientes. Sin embargo, ¿esto quiere decir que vivimos en menos metros cuadrados? Álvarez de Celis explica que esto no es así necesariamente: “Hoy las familias han cambiado, y si analizamos los metros cuadrados por persona, veremos que ahora disponemos incluso de más espacio, porque  al cambiar la composición de los hogares, la generalidad indica que tenemos solo 2 personas por hogar, cuando antes la vivienda típica era de 4 integrantes (mamá, papá y 2 o 3 hijos)”. En el caso de las grandes ciudades como Buenos Aires, por ejemplo, entre las viviendas de quienes eligen vivir solos y el descenso en el promedio de hijos (de 3 a 1 o 2), el resultado es de más metros cuadrados por persona, especialmente en las grandes ciudades. “En Palermo hay mayoría de personas que viven solas, en un promedio de 35 a 55 metros de espacio privado. En los últimos años la población aumentó solo un 8%, y la cantidad de hogares en CABA es de un 16% más”, apunta el especialista. 

Ahora bien, esto es totalmente opuesto en el caso de los metros cuadrados de espacio público por persona, porque, como explica  Álvarez de Celis “hoy las ciudades son más densas, están superpobladas, y por ende la cantidad de espacio público por persona es menor. Eso genera la congestión urbana que solemos ver en todas partes”. Es más grande la transformación de la familia que los metros de espacio público que se van incorporando, y este es un fenómeno que se da en todo el país, salvo en ciudades con menor progreso o en el norte del país, donde todavía la composición por hogares es menor. 

La Capital Federal es una de las zonas donde más claramente se vivenció durante años el acceso de la clase media a los departamentos, creando un crecimiento en la densidad poblacional, que no fue acompañado por obras de infraestructura al mismo nivel. En otro nivel económico, quienes no tuvieron acceso a su propia vivienda, se fueron inclinando por lotes en todas las periferias de las ciudades. “Desde Bariloche hasta Rosario, este es un gran fenómeno argentino que genera básicamente por falta de planificación urbana”, destaca Álvarez de Celis.

Paralelamente a esto, y quizás como respuesta a la creciente congestión urbana y la dificultad en el acceso a créditos para la compra de vivienda en los últimos años, es el crecimiento de la población que dejó la ciudad densa y se trasladó a barrios cerrados, “estamos en  pleno análisis de datos  acerca de este tema, pero todo indica que los barrios cerrados duplicaron su cantidad de habitantes a partir de la pandemia. Se trata de personas que hasta hace unos años iban solo los fines de semana y ahora viven allá. La pandemia fue un dinamizador de esta decisión y también influyeron otros factores como la saturación de las autopistas: la gente prefiere trasladarse más tiempo para tener mayor calidad de vida”, describe Álvarez de Celis.

Calidad de vida porteña

Hay un fenómeno característico de la CABA en la actualidad y es que se sigue construyendo y edificando como reflejo de una ciudad europea, es decir, una ciudad en la que la gente quiere vivir porque puede estar cerca de todo… no solo del teatro, del cine, de la universidad, etc. sino también de los servicios de salud, más diversos y desarrollados en CABA y alrededores, que en el interior del país. Algo así como “vivir cerca de todo”, a pesar de que las condiciones de habitabilidad no sean las mejores y a pesar de la densidad poblacional y de las complicaciones que eso genera. “Si bien el centro porteño perdió mucho de este caudal de gente, poco a poco vemos que lo está recuperando, y algo de su atractivo y de la cantidad de circulación se fue también para los barrios, porque los comercios de cercanía se siguen revalorizando”, resume Álvarez de Celis. 

Todas estas características, sumado al fomento de del transporte sustentable, el metrobus, las bicisendas, y el subte como transporte público más elegido por su agilidad, siguen haciendo de las grandes ciudad, especialmente de Capital Federal, zonas que continúan representando el concepto de confort para muchas personas. Hoy más que nunca, el desafío debe estar puesto en la planificación urbana para lograr un crecimiento sostenible, controlado y contenido por la infraestructura urbana correspondiente. Ese es el gran desafío.

Por Mariana Brizi

José Abel Autor