Las cooperativas son ese actor social invisible que aprendemos a revalorizar en momentos de crisis extrema. ¿Cómo crecieron y se reinventaron en plena pandemia? AreaUrbana conversó con varias de ellas para conocer de cerca su trabajo durante los últimos tiempos.
Toneladas de materiales reciclables son recuperados por trabajadores organizados a través de cooperativas. Miles de emprendedores se capacitan, inician proyectos y entablan vínculos comerciales a través de cooperativas. Cientos de profesionales textiles lograron mantener su oficio gracias a entablar vínculos laborales mediante el cooperativismo. Decenas de personas que han estado en prisión logran reinsertarse gracias a las oportunidades laborales que también generan las cooperativas. Y podríamos seguir enumerando.
Las cooperativas están allí desde siempre, silenciosas pero incansables, ocupando un lugar central para toda la comunidad, detectando necesidades y creando oportunidades. Sin embargo tan sigilosa es su tarea que muchas veces pasa desapercibida.
Y fue el contexto de crisis de la pandemia el que puso en relieve su valor e importancia. Cuando hasta las oficinas estatales estaban cerradas y la comunidad de vecinos de las distintas ciudades del país no sabían a quién recurrir para recibir asistencia en distintas temáticas, las cooperativas fueron de las pocas organizaciones que siguieron trabajando, contra viento y marea.
Si hay algo que caracteriza a este tipo de organizaciones su trabajo colaborativo como esencia. Sus propios integrantes son los gestores de toda la cadena productiva, desde las ideas hasta la concreción de cada uno de los eslabones.
Cooperativa La Juanita trabaja desde 1990, cuando un movimiento de desempleados rechazó planes de trabajo en Laferrere y decidió agruparse para gestionar su propio rumbo laboral.En 2001 empezó a construir un proyecto educativo con el objetivo de seguir creando oportunidades desde la capacitación en panadería, talleres textiles, producción de cuadernos artesanales, servicios, microcréditos, hasta llegar a sumar un servicio propio de CallCenter (que brinda servicios de atención al cliente y cobranzas a pequeñas y grandes empresas y genera empleo genuino), y jardín de infante, todo esto con foco en mejorar la vida de la comunidad cercana.
Silvia Flores, quien preside hoy la organización, explica que “el foco de contacto siempre fueron las ferias y otros espacios de intercambio que con la pandemia se cerraron, entonces en plena crisis tuvimos que convocar a empresas y a más de 78 comedores de La Matanza y pudimos colaborar con más de 100 toneladas de alimento para abastecer a todos los que durante ese tiempo no tenían cómo trabajar, ni dónde ofrecer sus productos. Fue un desafío y un aprendizaje a la vez”. Silvia destaca especialmente el caso de Papas Balcarce, una iniciativa que comenzó con el contacto directo con los productores, que proveyeron importante cantidad de alimento, sumado a las donaciones de empresas que hicieron posible la gran movida asistencialista en un momento crucial para la comunidad.
“Claramente la pandemia nos complicó el tema de la capacitación de emprendedores, y veíamos que prácticamente todos se fundían, pero ahora relanzamos y estamos encarando microcréditos para volver a emprender”, comparte Silvia con entusiasmo y remarca que el contexto hizo que el foco se reorientara para poder sostener a estos modelos productivos.
INCLUSIÓN DIGITAL
Así como el acceso a internet fue un tema de especial trabajo, la capacitación también es otro eslabón fundamental. Por este motivo surgió la iniciativa Potrero digital, un el proyecto de cursos online que sigue en pie y que observaron desde La Juanita que es fundamental para llegar a los lugares donde las empresas tradicionales no llegan, por ejemplo proveyendo internet también.
“Los valores y principios del cooperativismo generaron un nivel de contención importantísimo durante la pandemia: desde conseguir turnos para un hospital hasta la asistencia alimentaria y la generación de trabajo remoto, todos esos temas eran necesidades urgentes y pudimos dar respuesta. En un momento difícil generar esos vínculos era fundamental. Estaban todos los organismos del estado cerrados, y era necesario acompañar con un servicio de atención al ciudadano, para lograr que las personas pudieran tener lo mínimo indispensable”, remarca.
Valorar a la comunidad es creer y confiar en el efecto multiplicador de las capacidades de cada uno, cuando trabajamos en un mismo objetivo.“Hace unos años atrás el cooperativismo fue muy vapuleado y hay mucha confusión en la comunidad porque piensan que ser miembro es recibir un plan, pero trabajamos mucho para explicar nuestra actividad como herramienta de transformación social. Apuntamos a ser un referente de todo lo que se puede hacer”, remarca con orgullo Silvia y advierte: “en los últimos tiempos aparecieron muchas cooperativas, pero el tema es ver cuáles de ellas realmente trabajan como tales, sin ser partidarias”.
Y hablando de nuevas cooperativas, Alto Impacto es justamente una de las que nació en plena pandemia. Si bien sus coordinadores venían trabajando previamente en distintas ONG vinculadas al medioambiente, hace unos años relevaron que en la localidad de Morón se había dejado de realizar la recolección de reciclables y los vecinos comenzaban a preguntar qué podían hacer con lo que separaban.
“Arrancamos con una campaña digital explicando cómo separar y logramos contacto con un espacio de eventos, un auditorio, que nos ofreció el lugar para recibir todo lo que la gente traía. Un sábado lanzamos la campaña online y se nos llenó de material reciclado que procedía de Ituzaingó, La Matanza, Liniers y alrededores,así que lo que comenzó como una experiencia aislada tomó forma de cooperativa”, explica Martín, uno de sus fundadores y señala que todo lo que recuperan se vende como materia prima, vuelve a la industria. Las cooperativas trabajamos con galponeros o chatarreros, pero nosotros vimos que los cartoneros hoy compran de todo, metal, papel, plástico, así que empezamos a trabajar con flete propio para poder cargar los bolsones y venderlos. Digamos que el galponero es hoy un intermediario”, describe.
Además, explican desde Alto Impacto que también reciben telgopor, que se vende a un emprendedor que especialmente se dedica a moler el material y convertirlo en relleno para la construcción. Gracias a este trabajo entre 10 y 15 personas lograron subsistir cuando no tenían empleo debido a la pandemia y hoy son 5 los trabajadores fijos y van cambiando la modalidad modificando zonas y días de recepción. Además, hoy también se están enfocando en difundir su trabajo de promoción ambiental, dar charlas, explicar cómo separar, incentivar a las escuelas, ayudar a preparar los tachos, hacer relevamiento del espacio y la cantidad de residuos para ver qué residuos generan, etc. “Sabemos que la gente prefiere traernos el material reciclable a nosotros porque no confían en qué pasa con eso en la recolección común, muchas veces hemos visto a los mismos camiones de la basura levantar los reciclables y mezclar todo. Por eso nos vinculamos con gente preocupada por la problemática, que entiende que reciclar es generar materia prima, trabajo y recurso”.
NUEVOS CONTEXTOS Y NUEVAS NECESIDADES
Claudio Castaño es Secretario de la Cooperativa HyM Libres, que desde 2014 da respuesta a la necesidad de un trabajo digno a las personas que salen de la cárcel. Esta iniciativa, gestada por un grupo de compañeros que pertenecían a la Mutual Sentimiento, se lanzaron a crear y conquistar espacios propios desde la localidad de Caseros, especialmente desarrollando productos textiles. “Con la pandemia se profundizaron las complicaciones que ya venía enfrentando el sector del cooperativismo, especialmente en lo que es la industria textil, y tuvimos que replantearnos muchas cosas. Fue arduo, pero nosotros somos además personas acostumbradas a replantearnos la vida, porque todos estuvimos en la cárcel. Entonces esto fue reinventarnos de nuevo, nos pusimos a hacer barbijos y distribuimos en las redes, crecimos un montón hasta que nos pusimos a trabajar para el estado”, enumera Claudio y explica que el boom les generó muchísimo trabajo y se consolidaron como equipo. “Nuestra vida hoy es el cooperativismo, es una herramienta de inclusión y ninguno de los integrantes volvió nunca a delinquir. Como grupo acompañamos también el proceso de otras cooperativas y en los últimos años se crearon 20 o 30 cooperativas que brindan servicio y crean trabajo. Nosotros fortalecimos los lazos y creamos redes, para nosotros no se perdió nada en la pandemia, sino que se potenció todo”.
Madres Selvas es otra de las cooperativas incansables que aprovechó la pandemia a su favor. Nacida en 2001 en zona norte, la mayoría de los asociados forman parte del esquema de trabajo que fue organizándose para poder tener obra social, aportes y derechos que habían sido negados a este sector desde la tremenda crisis coyuntural de aquel entonces. En 2009 lograron la personería jurídica y hoy son más de 600 personas las que trabajan todos los días recolectando en zona norte de la ciudad materiales reciclables, con un cupo completo de recolectores según el registro creado por Ley que ya está cerrado.
Susana Izaguirre, Presidenta de la Cooperativa explica que también “tenemos una escuela para hijos de cartoneros, un centro verde que funciona como un programa de alfabetización y espacios de formación en género, huertas comunitarias y espacios para quienes no pueden seguir trabajando como recolectores por tema de edad o salud”.
Si bien con la pandemia costó reorganizarse porque en los primeros meses no se resolvía si la recolección de residuos era actividad esencial o no, finalmente lograron hacerlo, acordaron con la ciudad los recursos necesarios en cuanto a higiene y demás y, además, sumaron 5 ollas populares para garantizar la alimentación y sostener la situación, especialmente en Tigre, Escobar y Pilar.
“Nosotros garantizábamos el alimento a nuestros compañeros y a otras personas que sufrían la situación de no poder salir a trabajar en ese contexto. Fuimos un actor central, discutimos con el gobierno para garantizar la situación, también hicimos campañas para poder testear, centros de testeos, instalamos protocolos internos”, enfatiza Susana y agrega que las alianzas fueron fundamentales “nos vinculamos con otras cooperativas de la ciudad, hubo espacios de diálogo para llegar a acuerdos y definir estrategias conjuntas”.
TRABAJO EN RED, ALIANZAS QUE POTENCIAN
Hay muchas similitudes en el modelo y el espíritu de trabajo de las cooperativas, pero de todas ellas el trabajo interconectado y las alianzas es lo que más sobresale. La Juanita destaca especialmente su trabajo colaborativo con la Cooperativa Correcaminos, una organización de recicladores que tenían transporte propio e hicieron posible llegar a los comedores más lejanos. La pandemia generó no solo lazos sino proyectos en común, donde la premisa de ayudarse entre todos fue el gran aprendizaje. Alto impacto, por su parte, tiene contacto con muchas cooperativas de zona oeste con quienes llevan adelante implementaciones exitosas de reciclado para dar valor agregado al material y poder venderlo a mayor costo. Y Madres Selvas forma parte de un esquema nacional que es la Federación Argentina de Cartoneros y recicladores que da soporte y potenciar todas las iniciativas. La pandemia creó lazos y revalorizó el trabajo en equipo, se espera que ese siga siendo el espíritu que siga impulsando hacia adelante.
POR MARIANA BRIZI